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Tahir Elçi. Fuente: Wikipedia. |
De
todas las carreras que podía haber escogido, elegí las dos que más disgustaron
a mi difunto padre. Debo decir en mi favor que no lo hice por fastidiarle o
como un acto de rebeldía, en absoluto, fue una cuestión de vocación, de gusto,
de necesidad vital. El hubiera preferido que siguiera la tradición familiar y
me convirtiera en una doctora o ingeniera, o, como mal menor en una economista
o filóloga pero no pudo ser. Al final, sin pretenderlo fui, al menos, durante
un tiempo la “oveja díscola” de la familia. Tardé en comprender lo que mi
elección vital significaba y las repercusiones que podía tener en mi entorno,
sobre todo, porque realicé mis estudios en España y no en Iraq. Y es que la
práctica de la abogacía y la investigación histórica, dos profesiones aunadas,
- al menos desde mi punto de vista aunque ya se sabe que pocas veces es así -
por la búsqueda de la verdad y la justicia, eran y lo siguen siendo, de
altísimo riesgo en Oriente Próximo y en muchas otras partes del planeta.