Emanuel y Mira Riva de Tel Aviv han dejado huérfanos a
sus dos hijas adolescentes de 15 y 17 años tras ser tiroteados en el museo
judío de Bruselas el pasado 24 de mayo. También perecieron en este ataque un
portavoz oficial y un voluntario del museo. Pese a que los medios no han dado
excesiva cobertura al acontecimiento, quizás por la coincidencia temporal con
las elecciones europeas, estos asesinatos, suscitan los suficientes
interrogantes como para reflexionar muy seriamente sobre ellos. Así, ¿son el
síntoma de un problema subyacente transnacional que nos negamos a ver o,
simplemente, la consecuencia de una cuestión política y de seguridad cuya
lectura debe hacerse sólo en clave interna de Israel? O, lo que es lo mismo, ¿era
alguno o varios de los asesinados, objetivos buscados de manera específica o
sólo víctimas desafortunadas que estaban en el lugar y momento equivocados? ¿Se
buscó, a propósito, cometer estos asesinatos en un enclave tan emblemático como
el museo judío en Bruselas, la capital belga pero, también de la Unión Europea,
precisamente el día en el que se elegía su nuevo parlamento o sucedió porque el
objetivo se encontraba allí? A la vista de todas las circunstancias que lo
rodean son múltiples las teorías posibles sobre el motivo o motivos del crimen.
De
momento, la versión oficial que las autoridades belgas han transmitido a la
opinión pública es que se ha tratado de un acto terrorista sin descartar otras
justificaciones. Comprensible la prudencia oficial cuando de, sobras es sabido,
que la discreción es fundamental para poder llevar a cabo una investigación
policial eficaz. Ello no obsta que la parquedad en la información aliente aún
más las especulaciones.
Algunas
fuentes afirman que los dos miembros del matrimonio israelí trabajaron algunos años
para una agencia gubernamental judía, una forma “eufemística” de referirse a
los servicios de inteligencia a los que otros ponen nombre: Nativ, la
institución encargada de facilitar la inmigración a Israel de judíos rusos. Este
punto, sin duda, complica el espectro de las pesquisas y de las hipótesis que
se puedan elaborar.
Las
autoridades israelíes, como era de esperar, no han tardado en calificar este
triste acontecimiento como un acto antisemita. La evolución ideológica que se
está viviendo en Europa en los últimos años, o quizás, la manifestación cada
vez más clara de un sentimiento latente, que se ha mantenido oculto por la
vergüenza que el Holocausto Nazi todavía produce en las conciencias de muchos,
apoyan esta teoría. El incremento exponencial del voto a los partidos xenófobos
en las elecciones europeas lo corrobora. El hecho de que, por ejemplo, el
partido del Frente Nacional de Francia, con Marine Le Pen como presidenta, haya
obtenido un tercio de los votos emitidos en el país supone más que una nota de
atención sobre la deriva del electorado, que, obviamente, ha refrendado su
programa económico en una época de crisis como la actual, quizás sin prestar
mucha atención a su xenofobia pero que, debe ser seguido con extremo cuidado.
Tampoco,
se puede minimizar el factor del terrorismo islamista. El largo conflicto árabe
– israelí, la causa por excelencia de los más radicales y fanáticos
terroristas, pese a haber perdido relevancia en los titulares tras los
levantamientos de 2011, la guerra civil libia, la guerra civil siria, la guerra
sectaria en Iraq y la inestabilidad en Túnez y Egipto, sigue vigente y por lo
tanto podría estar detrás de cualquier ataque a los judíos en el mundo. El
acercamiento entre al Fatah y Hamás, o lo que es lo mismo, entre los que
dirigen la Autoridad Palestina en Cisjordania y los que gobiernan Gaza, poco
después del enésimo fracaso de las negociaciones árabe - israelíes, es una
maniobra destinada a recuperar cierto protagonismo dentro de la esfera política
árabe que, también apoyaría la autoría de los atentados a judíos fuera de
Tierra Santa. Ello por no mencionar a los fanáticos desquiciados de los
diferentes grupos yihadistas y afines a Al Qaeda para los cuales derramar
sangre ajena es su “leit motiv”.
Sin
embargo, no debería descartarse tampoco como factor favorecedor de este hecho
luctuoso la culpabilización simplista que, en tiempos tan duros como los
actuales, se ha hecho recaer en el lobby judío. El liderazgo que muchos
personajes judíos llevan ejerciendo sobre el sector financiero y económico
mundial, además de hacer surgir muchas envidias y resquemores, es una excusa
perfecta para llevar a cabo cualquier ataque a una comunidad que lleva siglos,
cuando no milenios viviendo en el seno de nuestras sociedades. Estigmatizar a
un grupo social por su religión, etnia, raza o color de la piel es el recurso
simplista de quien no sabe o no quiere asumir su culpa e incompetencia pero, un
recurso que funciona en tiempos de sordera selectiva como los actuales.
Cierto
que el estado de alerta y la implacabilidad de la actuación de las fuerzas y
cuerpos de seguridad del estado israelí les han granjeado respeto y odio a
partes iguales, pero, en esta cuestión como en casi todas, la pregunta clave es
tan difícil cuando no imposible de responder como la de ¿qué fue primero el
huevo o la gallina? ¿Es la animadversión milenaria contra los judíos, achacada
al maltrato que dieron a Jesús según recogen los textos bíblicos, la
persecución inhumana que han sufrido a manos de todas las sociedades desde hace
milenios y el genocidio nazi la causa de su feroz política de autodefensa, o es
la tenaz resistencia judía, su supervivencia en las más duras condiciones y el
éxito en salir adelante, la que provoca tantas agresiones?
En
cualquier caso, lo que de verdad debería preocuparnos es cómo los discursos
populistas han sabido captar el descontento de la población europea y canalizar
su frustración hacia un racismo, una xenofobia, un odio al diferente cada día
más extendido, justo cuando se va a cumplir un siglo del inicio de la Primera
Guerra Mundial.
Bravo. Resulta consolador descobrir que ainda há algum ser humano racional. E com uma capacidade de expressão invejável, devo acrescentar
ResponderEliminarMuchas gracias.
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