Ningún
país del Magreb ha sufrido tanto en los últimos sesenta años como Argelia.
Cierto que Libia ha tenido que hacer frente a una guerra civil para liberarse
de Gadafi y el caos posterior, que Egipto y Túnez han sufrido largas y crueles
dictaduras tras las cuales están lejos de vivir un período de estabilidad, y
que Marruecos sigue prisionero de un monarca que ha abierto un poco la mano
presionado por las circunstancias y sus aliados europeos, sobre todo, Francia
pero sigue anclado en el culto al soberano y la sumisión a un extendido sistema
de corrupción.