Era
de esperar. La nueva sentencia a muerte del depuesto presidente Mohamed Morsi y
otros destacados dirigentes de los Hermanos Musulmanes no ha sorprendido a
nadie si bien, obviamente, ha airado a los millones que le apoyan y a los defensores de los derechos humanos, como es natural. Condenado
por su fuga violenta de la prisión de Wadi Natrum el 28 de enero de 2011, junto
con muchos otros miembros de su cofradía, con el apoyo de Hamás, Hizbullah y
algunos beduinos de la Península del Sinaí, suma sentencias lo suficientemente
duras y largas como varias vidas. Es, sin duda, la suerte que corren los
perdedores en las guerras, aunque en este caso, el enfrentamiento entre los
militares y los islamistas egipcios, no haya adquirido el calificativo de
bélico.