¿PARA QUÉ SIRVE LA LIGA ÁRABE EN LA GUERRA CIVIL DE SIRIA?
Una de las consecuencias del
final de la Segunda
Guerra Mundial fue la proliferación de organizaciones internacionales,
fenómeno al que no fue ajeno Oriente Próximo. Así, el 22 de marzo de 1945,
cuando aún no se había dado por rematado el conflicto bélico, Egipto, Iraq,
Transjordania (posteriormente Jordania), Líbano, Arabia Saudita y Siria decidieron
constituir la Liga Árabe. Una fundación tres meses anterior
a la aprobación de la Carta
de las Naciones Unidas en San Francisco. Desde entonces, se han sumado a este
“selecto” club otros 16 países más.
Según
el artículo segundo del Pacto de la
Liga de Estados Árabes: “El
propósito de la Liga
es establecer relaciones más estrechas entre los Estados miembro y coordinar
sus actividades políticas con el objeto de llevar a cabo una colaboración más
cercana entre ellos, salvaguardar su independencia y soberanía y considerar, de
una manera general, los asuntos e intereses de los países Árabes.”
Si
bien, en sus inicios, se erigió como un portavoz de peso, hasta el punto de apoyar
la creación de la
Organización para la Liberación de Palestina – la OLP – en 1964, con el tiempo
ha demostrado una gran inoperancia a causa de los intereses contrapuestos de
los países y los personalismos de algunos líderes.
Sólo
los levantamientos que han dado lugar al despertar
árabe iniciado en 2011, han logrado “remover” los cimientos de esta
anquilosada institución, aunque a un ritmo más lento del que hubiera sido
deseable. Así, no sería hasta el 12 de noviembre de 2011, tras varias reuniones
y la visita de una comisión a Siria, que la Liga Árabe suspendería a este país como miembro.
Paradójicamente, la suspensión de Libia fue expeditiva y se hizo efectiva el 22
de febrero (el 27 de agosto sería readmitida). Gadafi no gozaba de grandes simpatías entre sus miembros.
La
participación de algunos líderes de la oposición como representantes de Siria
en la última reunión de la Liga
Árabe, celebrada el 26 y 27 de marzo de este año en Doha (Qatar), ha dado la
“puntilla” a la errática política de no injerencia, de esta institución.
Muchos observadores la cuestionaron al suponer una violación del artículo 8 de
su carta fundacional que establece: “Que
cada Estado miembro de la Liga
respetará la forma de gobierno de los otros estados de la Liga y reconocerá la forma de
gobierno como uno de los derechos de esos Estados y no tomará ninguna acción
tendente a cambiarla.” Otros lo califican como una muestra del deseo que
tienen estos países de asumir una mayor relevancia internacional acorde con su
peso económico y demográfico.
Este
paso no debe conducir a engaños. La mayoría de los países integrantes son
estados no democráticos o democracias recientes y titubeantes, que han actuado
impulsados por la necesidad de dar una imagen “progresista” y de protección de
los derechos humanos de los sirios en un momento en el que las revueltas
sociales amenazan con acabar con el “status quo”. Saben que el cambio de
gobierno en Siria será un hecho, a medio plazo y a la vista de cómo están
evolucionando las “revoluciones” en Túnez, Libia y Egipto sólo una posición a
favor de los ciudadanos y, en contra, de las dictaduras puede mitigar el efecto
que tendrán en sus países. Una forma de seguir ralentizando el cambio más allá
de la anestesia que su riqueza facilita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario