Conducir es perjudicial
para la pelvis y los ovarios. De todos los comentarios machistas en contra de
la capacidad femenina para manejar un vehículo a motor, este es quizás, el más
peregrino y absurdo, que se ha emitido. Baste mencionar que, mientras existen
numerosos estudios científicos que avalan la conexión entre el cáncer de
próstata y la permanencia largas horas sentados en determinadas profesiones, como la de los conductores, no
sucede lo mismo en el caso de las mujeres. Hay que reconocer que los Imanes se
han superado a si mismos con esta vergonzosa explicación que no hace sino poner
el foco, una vez más, sobre el “quid” de la cuestión: las mujeres sólo son
úteros reproductores que no deben desplazarse según su voluntad fuera del radio
de control de los varones de su familia, no vaya a ser que descubran que el
mundo se encuentra fuera de las cuatro paredes de sus cárceles, perdón,
hogares.
Lo
cierto es que las autoridades religiosas del “cavernícola” reino de Arabia
Saudita se han quedado sin argumentos para seguir manteniendo una de sus
absurdas y atrasadas normas no escritas en relación a las mujeres ante la
pasividad habitual de la familia gobernante que prefiere dejar las cosas como
están para no tensar aún más las difíciles relaciones que mantienen con el
estamento de los imanes.
Hay que reconocer el mérito de los clérigos saudíes y el
empeño de las autoridades del país en mantener encerrada a la mitad de la
población - es decir, a las mujeres - y evitar que ésta se levante para protestar contra una interpretación
retrógrada de la Shariah y que, probablemente, haría revolverse en su tumba al propio Mohamed Abdul Wahab (1703 – 1792), iniciador de la rama wahabita del sunnismo
árabe. Hasta hace poco, sus banales argumentaciones, respaldadas en la voluntad
divina, resultaban convincentes o, por lo menos, podían imponerse sin mayor
contestación pero, poco a poco, las saudíes se rebelan contra esta cerrazón. Y
es que los barrotes aún cuando sean de oro y los limpien un batallón de
sirvientes indonesios siguen siendo barrotes. Más vale tarde que nunca.
Pero, las saudíes lo tienen muy, muy difícil. Desde la
amenaza directa del Ministerio del Interior hasta el rechazo de los varones de
sus familias todo parece estar en contra de ellas. La libertad para conducir
supondría un dramático avance en el acceso a la independencia y causaría graves
problemas logísticos: desde la necesidad de construir gasolineras atendidas por
mujeres hasta el entrenamiento de mujeres policías para detener a las féminas
al volante y multarlas. Demasiadas mujeres en la calle y sin control… De eso,
al libertinaje un paso.
Lo triste es que con la excusa del respeto a una creencia
religiosa, a una tradición ancestral, a una cultura específica se permite la violación
de todos los derechos de las mujeres, simplemente para facilitar
la vida y satisfacer las necesidades de los hombres. Y esta sumisión de la
mujer es sólo el resultado de la interpretación sesgada, interesada y
manipulada de los preceptos religiosos. La unión hace la fuerza y esta
situación sólo se podrá ir mejorando con la toma de conciencia de las mujeres,
una militancia activa que, por desgracia se cobrará sus víctimas y que no triunfará sin el apoyo de la presión internacional.
Puede que los saudíes naden en petróleo y lo puedan comprar casi todo pero, es
cuestión de tiempo que el oro negro se agote y a las mujeres se les caiga la
venda de los ojos.
De momento, el 26 de octubre quedará grabado como el día
en que muchos saudíes empezaron a preocuparse por los connatos de rebelión
femenina. En 1990 lograron aplacarlos a la fuerza, en 2013 las mujeres han burlado los controles. Puede que hayan sido sólo dos mujeres y sus vídeos resulten testimoniales pero, por algo se empieza.
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