He iniciado y borrado este artículo en
varias ocasiones y no ha sido ni por falta de inspiración ni de tiempo, aunque
éste sea cada vez más escaso. Tampoco se ha debido a no encontrar un tema que
comentar, por el contrario, ha sido la incesante sucesión de acontecimientos la
que ha impedido que remate un texto sin que su contenido resulte obsoleto. Eso es lo que sucede cuando se intenta hacer comentarios sobre la
actualidad.
En cualquier caso, me gustaría iniciar
este comentario deseando, de corazón, a todos mis lectores un Feliz y Próspero Año Nuevo, y
al resto del mundo cierta cordura para encauzar la deriva en la que nos
encontramos. Sé que mis sentimientos serán compartidos por la mayoría aunque, la
realidad que nos rodea hará que la segunda parte de mi deseo sea totalmente
utópico. 2016 se presenta, aún más oscuro y tenebroso que 2015, al menos, para
esa parte del planeta a la que suelo dedicar mis escritos: Oriente Próximo.
Un rápido vistazo a la situación actual
no permite alentar atisbos de mejoría ni a corto ni a medio plazo. Lejos de
haberse solucionado los conflictos en marcha, se
están abriendo brechas que, de no
cerrarse rápida y efectivamente, acabarán por generar otros, o mejor dicho,
harán estallar los que llevan décadas latentes. Como una tela hecha jirones a
la que se pretende coser un remiendo y se rasga por más sitios. Recorramos
pues, los lugares más “conflictivos” de la zona, a saber, Iraq, Siria, Libia,
Yemen, Arabia Saudita e Irán.
En primer lugar, los avances del
ejército iraquí en la recuperación de la ciudad de Ramadi[1], aún cuando no ha sido liberada del todo, no pueden ocultar la
magnitud del territorio de ese país, todavía en manos de Daesh. Cierto que la
provincia de Al Anbar, de la cual es capital Ramadi, es una vasta inmensidad,
en su mayoría desértica, pero el tercio norte del país no. Así, hay que
recordar que Mosul, la
segunda ciudad más importante de Iraq, con una población estimada de dos
millones de habitantes antes de la invasión terrorista en junio de 2014, sigue en manos de los
fanáticos y que todo el territorio que la rodea, salvo las zonas bajo mando
kurdo, también.
El hecho de que el gobierno iraquí haya sido capaz de entender que,
tras la “liberación” de las zonas de mayoría sunita, éstas deben de ser
controladas por un ejército integrado por personas de esa confesión es un
avance considerable. No hay que olvidar que, muchos de los estrategas de Daesh
son antiguos miembros del ejército de Sadam
Hussein así como ex - funcionarios de la Administración del estado.
Los primeros fueron defenestrados como consecuencia de la invasión de 2003. Un
craso error. Muchos miembros de la policía y el ejército, pese a haber jurado
lealtad al régimen no eran adeptos al Baaz sino profesionales que desempeñaban su trabajo para ganarse la
vida. Los segundos fueron despedidos de manera masiva tras la marcha de los norteamericanos quienes habían
advertido sobre la importancia de mantener tranquilos a los sunitas. El Primer
Ministro iraquí de aquel momento, Nouri
al Maliki se dejó llevar por el revanchismo
chiíta, algo comprensible tras siglos de opresión pero, poco sensato. Como
reacción, los antiguos miembros de las fuerzas de seguridad del estado,
verdaderos conocedores del terreno, los funcionarios privados de su trabajo y
sustento, junto con las tribus sunitas marginadas se aliaron a Daesh de confesión
sunita, sin tener en cuenta ni su fanatismo ni sus objetivos. Daesh ofrecía
trabajo, sueldo y la recuperación de la autoestima: incentivos difícilmente
rechazables en el Iraq democrático.
En Siria, la situación, si cabe es aún
peor. Desde que se iniciara la guerra civil en 2011, la vida de los civiles se
ha convertido en una sucesión de pesadillas de las que sólo pueden liberarse
muriendo o huyendo del país. Las personas que están bajo el dominio de Daesh
viven sometidas a un estado de terror permanente por la aplicación
absolutamente irracional de la Sharía y por los bombardeos internacionales. Los
civiles atrapados en las zonas bajo control rebelde todavía están peor,
asediados por las tropas de Bashar al Asad y sus aliados y bombardeados por los rusos e iraníes. Es
absolutamente comprensible que los sirios intenten escapar de una ratonera tan
cruel que no tiene visos de desaparecer ni a corto ni a medio plazo.
Los esfuerzos diplomáticos, demasiado lentos en arrancar, parece
que están logrando acercar posturas sin que las actuaciones sobre el terreno
hayan cesado en ningún momento. Pero, mientras se debate en lujosos hoteles
suizos si el gobierno de Bashar debe de estar representado o no en las
negociaciones, mientras se decide qué grupos rebeldes son patriotas y cuáles
terroristas, mientras se determina el peso de Estados Unidos, la Unión Europea,
Rusia, Irán y China en la dirección de los debates, la gente normal, los niños,
las mujeres, los hombres y los ancianos mueren de hambre, frío, enfermedad o
intentando cruzar el mar Mediterráneo[2].
Un tercer escenario de enfrentamientos
se encuentra en la frontera norte de Siria e Iraq, donde el ejército turco
tiene licencia para disparar a todo ser humano que se cruce en su camino en las
ciudades kurdas sometidas a su severo toque de queda desde hace semanas. Se
calcula que han fallecido más de doscientos civiles a manos del ejército y se
desconocen las cifras exactas de detenidos sin asistencia jurídica. Y es que, Erdogan ha lanzado una
durísima campaña contra los kurdos en su desesperado intento por acallar el
éxito democrático y electoral del partido pro-kurdo HDP que en las dos
convocatorias del año pasado superó el umbral necesario para establecer un
grupo propio en el parlamento.
Como consecuencia de ello y, aunque no ha trascendido a los medios
de comunicación internacionales con la intensidad que merece, debido,
obviamente, a los intereses que subyacen en la relación con Turquía, por ser
aliado de la OTAN y, por, supuestamente, contener las hordas de refugiados que
quieren entrar en Europa, lo cierto es que las ciudades kurdas de Cizre, Sur y
Silopi se encuentran asediadas por las tropas turcas desde hace semanas[3].
Con la excusa de llevar a cabo operaciones antiterroristas contra
Daesh, Erdogan rompió la tregua pactada con el PKK[4] al atacar no sólo a sus enclaves en las montañas, incluido el
territorio iraquí lo que supone una vulneración del territorio de otro país,
sino que se ha dedicado a acosar y asediar a las poblaciones civiles con el
claro objetivo de presionar a los kurdos para que delaten al PKK y abandonen su
apoyo al HDP[5].
Más hacia el oeste, en Libia, se
redoblan los esfuerzos para que el acuerdo inicial de paz firmado a mediados
del mes de diciembre del año pasado se implemente a la mayor brevedad posible.[6] No
se trata, únicamente de intentar la reunificación del país y la pacificación de
las facciones enfrentadas, sino, sobre todo, de unir esfuerzos para evitar que
Daesh siga ocupando territorio y haciéndose con el control de Libia. La
petición de ayuda del Primer Ministro libio, Fayez al Sarraj, desbordado por un
enemigo que avanza por toda la costa y se ha hecho con el control de importantes
localidades productoras es una clara muestra de la necesidad de afrontar este
otro escenario bélico en la orilla meridional del Mediterráneo[7].
Por último, es preciso mencionar la
importante batalla que los países que pretenden liderar la comunidad musulmana
están desarrollando de manera larvada desde hace décadas y que ahora están
empezando a aflorar. Así, la aparición de Daesh no es, entre otras cosas, sino
la reacción del extremismo sunita hacia la toma del poder en Iraq por parte de
la mayoría chíita y la clara inclinación del gobierno de Baghdad hacia Irán.
Por una parte, el apoyo de Turquía a Daesh se enmarca en su lucha y
rivalidad contra el régimen, teóricamente, laico de Bashar al Asad, apoyado,
como no podía ser de otra manera también por Irán. Por otra parte, la
intervención de Arabia Saudita en la guerra que los rebeldes hutíes, – de
confesión chiíta – están llevando a cabo contra el gobierno yemení sunita, es
otra muestra de la vocación del reino árabe por tomar posiciones de liderazgo, con
la excusa de la rivalidad religiosa.
La ejecución en Arabia Saudita de una
cuarentena de personas, entre ellas, el líder religioso chiíta, Nimr Baqr al Nimr[8], ha roto las barreras invisibles que, hasta el momento contenían
un agravamiento de la tensión con Irán. El asalto a la embajada saudita en
Teherán ha supuesto que Arabia Saudita rompa relaciones diplomáticas con el
país persa[9]. Un
agravamiento de la tensión que, probablemente, se quede en una guerra
dialéctica mientras, como consecuencia de en esta loca y absurda carrera por el
dominio político y militar de Oriente Próximo, la región sigue fragmentándose
en una guerra de taifas sin visos de solución.
[1]
http://www.abc.es/internacional/abci-ejercito-iraqui-anuncia-liberacion-total-ramadi-daesh-201512281216_noticia.html
[2] http://www.lavozdegalicia.es/noticia/internacional/2015/12/18/acuerdo-potencias-sobre-resolucion-apoyo-proceso-siria/00031450468892998678488.htm
[3] http://izquierda-unida.es/node/16026
[4] PKK –
Acrónimo del Partido de los Trabajadores del Kurdistán - considerado una
organización terrorista por Turquía.
http://www.economist.com/news/middle-east-and-africa/21659870-truce-between-turkey-and-kurdish-militants-over-turkey-and-kurds
[5] HDP –
Acrónimo del Partido Democrático de los pueblos.
http://www.gatestoneinstitute.org/7122/turkey-assault-kurds
http://www.dw.com/en/turkey-re-imposes-curfews-on-kurdish-cities/a-18712329
http://www.bbc.com/news/world-africa-35121414
[7] http://www.ibtimes.co.uk/isis-libya-daesh-battles-over-ports-capable-exporting-23m-oil-every-day-1536400
[8] http://internacional.elpais.com/internacional/2016/01/02/actualidad/1451729416_682709.html
[9] http://www.vox.com/2016/1/4/10708682/sunni-shia-iran-saudi-arabia-war
No hay comentarios:
Publicar un comentario