Tahir Elçi. Fuente: Wikipedia. |
De
todas las carreras que podía haber escogido, elegí las dos que más disgustaron
a mi difunto padre. Debo decir en mi favor que no lo hice por fastidiarle o
como un acto de rebeldía, en absoluto, fue una cuestión de vocación, de gusto,
de necesidad vital. El hubiera preferido que siguiera la tradición familiar y
me convirtiera en una doctora o ingeniera, o, como mal menor en una economista
o filóloga pero no pudo ser. Al final, sin pretenderlo fui, al menos, durante
un tiempo la “oveja díscola” de la familia. Tardé en comprender lo que mi
elección vital significaba y las repercusiones que podía tener en mi entorno,
sobre todo, porque realicé mis estudios en España y no en Iraq. Y es que la
práctica de la abogacía y la investigación histórica, dos profesiones aunadas,
- al menos desde mi punto de vista aunque ya se sabe que pocas veces es así -
por la búsqueda de la verdad y la justicia, eran y lo siguen siendo, de
altísimo riesgo en Oriente Próximo y en muchas otras partes del planeta.
En tanto en cuanto, la mayoría de los países de esta región
no son democráticos y la ley no se promulga siguiendo un proceso de redacción y
discusión parlamentaria sino por decreto como tampoco la aplicación de la
justicia se realiza respetando los textos legales sino siguiendo las
directrices gubernamentales, cualquier discrepancia o denuncia es interpretada
como una agresión al “status quo”. Como también lo es la redacción de textos
que discutan la interpretación “oficial” de los acontecimientos históricos o la
difusión de información sobre los hechos que tienen lugar. La justicia y la
verdad no importan, sólo el mantenimiento del poder por aquellos que lo ejercen
y ello sólo es posible mediante el uso de la fuerza, la coerción y el miedo.
En este sentido, Turquía, el país que quiere ser cortejado
por occidente para que frene la oleada migratoria de sirios, iraquíes y afganos
desesperados que huyen de la guerra y el terror, el país que aspira a ser miembro
de la Unión Europea, el selecto club que ha hecho de la defensa de los derechos
humanos, la libertad de expresión y la vida humana su bandera, es el paradigma
de todo lo contrario. En tan sólo un par de días, se han sucedido dos hechos
que así lo demuestran.
Por
una parte, la detención del periodista Can
Dündar, director del periódico turco Cumhuriyet,
bajo la acusación de “espionaje” por haber publicado imágenes que mostraban a
los servicios de inteligencia turco conduciendo camiones cargados de armas para
la oposición de Al Bashar. El gobierno
turco alegó que esos camiones estaban llenos de ayuda humanitaria para las
comunidades turcomanas “hermanas” de Siria y que la difusión de las imágenes
suponía una alta traición para el estado. Para los que sabemos de las artimañas
de Erdogan
y su gobierno, es bastante obvio que la “oposición” a la que apoya Turquía no
es ni la coalición laica ni los kurdos sino los terroristas del Frente
al Nusrah y, probablemente, también Daesh[1].
Esta
detención es otro de los golpes que el gobierno de Erdogan está llevando a cabo
para cercenar la libertad de expresión y coartar la difusión de información que
lo cuestione. La durísima campaña de censura aplicada contra internet y otros
medios de comunicación se inició después de que información sobre las prácticas
corruptas de algunos miembros del gobierno de Erdogan salieran a la luz en
2013. Las acusaciones por soborno, adjudicaciones fraudulentas e
irregularidades urbanísticas fueron dadas a conocer después de un duro verano
para el Presidente turco con las manifestaciones del Parque Gezi
y sus coletazos.
Por
otra parte, este sábado, 28 de noviembre, Tahir Elçi, el abogado activista, defensor de la
no violencia y de la negociación entre el gobierno de Ankara y el PKK
– el Partido de los Trabajadores del Kurdistán – moría abatido en un fuego cruzado entre la policía y dos asaltantes tras su
declaración a favor de la paz. Este atentado que también se saldó con la muerte
de dos policías, tuvo lugar tras el aparente ataque fallido contra el
copresidente del pro – kurdo HDP
– el Partido Democrático del Pueblo – Selahattin
Dermitas y de los tres atentados[2],
el último frente a la estación de ferrocarril de Estambul, que se han cobrado
la vida de cientos de seguidores de esta organización y de otras de carácter
pacifista[3]. Recordemos
que el atentado contra los miembros de diversas ONG’s en la localidad de Suruç
en julio de este año sirvió de excusa al gobierno de Ankara para retomar su
guerra contra el PKK tras años de tregua. Justificando la utilización de sus
bombardeos para atacar a DAESH, Ankara no hizo sino lanzar sus armas contra los
enclaves del PKK.
La
obtención del 13% de los escaños por el partido pro-kurdo HDP en junio y la
repetición de casi el mismo apoyo en las elecciones de este mes, demuestran que
las duras campañas contra los guerrilleros kurdos, la situación de sitio que
vive la ciudad kurda de Diyarbekir y otras
localidades por parte de Turquía, no han bastado para que las reivindicaciones
de este pueblo cesen ni para que la denominada “revolución silenciosa” de los
turcos laicos y pacifistas siga su marcha.
Los
que somos muy mal pensados, porque llevamos décadas conociendo las torticeras
maniobras de los sucesivos gobiernos turcos, sospechamos, no sin fundamento que
el derribo del avión ruso que ha tenido lugar hace unos días, la masiva llegada
de emigrantes desesperados a Europa cuando la guerra civil siria ya tiene más
de cuatro años, las detenciones de periodistas, cierre de medios y aplicación
de censura en internet, así como los sucesivos atentados contra, curiosamente,
sólo pacifistas, simpatizantes de izquierdas y kurdos no forman una serie
desafortunada de acontecimientos sin ninguna conexión, sino que, por el
contrario responden a una estrategia muy clara y definida. Una estrategia que
pretende infundir el temor y constreñir las voces discrepantes en Turquía,
causar animadversión hacia los kurdos como causantes y responsables de los
atentados y la inestabilidad del país y obtener el apoyo y consideración de la
UE y la OTAN
a Turquía.
La
pregunta es, ¿por qué? y ¿Por qué ahora? Hay varias explicaciones. En primer
lugar, la irrupción de Daesh no ha proporcionado los resultados deseados por
Turquía. Daesh no sólo ha visto frenado su avance por las tropas kurdas sino
que el agravamiento de la guerra civil siria y algún desafortunado ataque en
territorio turco amenaza con extender este conflicto a la frontera con Turquía
e, incluso, al interior del país. Además, el derribo del avión ruso sobre la
Península del Sinaí y los atentados de París han propiciado un “acercamiento”
entre Rusia y Occidente para combatir a Daesh que podrían restar protagonismo
y, sobre todo, “apoyo” económico y militar a Turquía y dejarle una posición
marginal caso de un desenlace favorable a la oposición laica o a Bashar al
Asad. Por otra parte, la consolidación de la “resistencia” kurda, sus éxitos y
el apoyo internacional amenazan la integridad territorial de Turquía, ya que es
cuestión de no demasiado tiempo que las reivindicaciones nacionales kurdas
empiecen a cumplirse. Y, por último, pero no por ello, no menos importante, el
bum económico que ha vivido Turquía durante los primeros años del gobierno de
Erdogan se está ralentizando y amenaza con frenarse definitivamente, con lo
que, el apoyo interno que ahora goza, es probable que empiece a disminuir en breve.
A
la puertas de cumplirse un siglo del nefasto acuerdo
de Sykes – Picot por el cual se dividió una parte de
Oriente Próximo entre Francia y Gran Bretaña, impedir el estallido de
una guerra regional y lograr la paz será posible no sólo con la derrota de Daesh y
otros grupos terroristas sino con una reconfiguración geoestratégica que implicará
el rediseño de los estados y sus fronteras. Un diseño que, necesariamente habrá
de contar con elementos estables basados en poblaciones homogéneas o, por lo
menos, capaces de una coexistencia pacífica y no en la imposición de un
gobierno del terror. Y
para todo esto, los kurdos, se posicionan, sin duda, como la solución para el
caos de Oriente Próximo.
[1] http://www.theguardian.com/world/2015/nov/27/turkish-journalists-charged-over-claim-that-secret-services-armed-syrian-rebels
[2] http://internacional.elpais.com/internacional/2015/06/05/actualidad/1433527666_260842.html
[3] http://www.elmundo.es/internacional/2015/10/10/5618c38de2704e34728b458c.html
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