Sólo el tiempo y la historia
determinarán si el fallido golpe
de estado en Turquía de la noche
del pasado 15 de julio fue una maniobra orquestada por el actual presidente Recep Tayyip Erdogan, es
decir, un auto – golpe, o un verdadero intento por parte del ejército turco que
fracasó ante la reacción de los ciudadanos. Demasiadas incógnitas que podrían
hacer que este artículo transitara por los inciertos vericuetos de la
especulación sino fuera por algunas cuestiones cuyo trazado nos encaminan a algunos hechos indiscutibles. Hechos entre los que destaca que, al menos de momento, si a
alguien ha beneficiado esta frustrada asonada militar ha sido Erdogan.
Erdogan tiene un historial de victorias
electorales apabullante: tres mandatos consecutivos como Primer Ministro con
mayoría absoluta de 2003 a 2014 y una victoria para el cargo de Presidente en
las elecciones de 2014 con casi el 52% de los votos. Un historial que se vio
gravemente mancillado con el fracaso de las votaciones parlamentarias
del 7 de junio de 2015, cuando su anterior Primer Ministro, el anodino Ahmet
Davutoğlu sólo logró el apoyo del 40% del electorado y, lo que es peor, el
partido de izquierdas y pro-kurdo del HDP se erigió como cuarta fuerza parlamentaria con un poco más del
13% de los votos. Puede que la cifra de apoyo electoral obtenido por el HDP
parezca poco relevante pero, supuso un hito histórico al posibilitarle obtener
grupo parlamentario por primera vez en la historia – la ley turca establece un
mínimo del 10% de los votos - en un país en el que se sigue considerando a los
kurdos como terroristas y enemigos del estado.[1]
La imposibilidad de poder llegar a un
acuerdo para formar gobierno por la fragmentación política pudo superarse,
curiosamente, gracias a la instrumentalización que Erdogan hizo del atentado sufrido por
activistas kurdos en la localidad sureña de Suruç el 20 de julio de ese mismo año, en el que murieron 32 personas y
quedaron heridas más de 102. Pese a que se confirmó la autoría de Daesh, el
presidente turco, en lugar de atacar las posiciones de estos criminales en el
norte de Siria, decidió romper la tregua con los kurdos – recordemos las
víctimas no los agresores – y reiniciar la guerra contra éstos. Esta maniobra
le permitió recuperar parte del apoyo electoral perdido en la segunda
convocatoria de ese año y alcanzar el 49,5% de los votos.
Pero, aunque Erdogan recuperó el
respaldo perdido, no pudo eliminar a los kurdos del arco parlamentario. A pesar
de la dura campaña contra ellos y de que el HDP perdió votos, al obtener
el 10,76% no sólo mantuvo su grupo parlamentario sino que se alzó con la
tercera posición del hemiciclo. Incapaz de saltarse el procedimiento
democrático logró que el 26 de mayo de este año el Parlamento turco eliminara
la inmunidad a todos los diputados bajo investigación judicial por delitos de
terrorismo, todos miembros de los partidos de la oposición, 50 de los 59
miembros del HDP y otros - es decir, los que le molestaban.[2]
Mientas en el parlamento se dirimía
esta lucha contra los opositores, en la calle continuó la “caza de brujas” contra los disidentes ideológicos, no sólo los de izquierdas sino también todos
aquellos potenciales seguidores del que fue mentor de Erdogan, el
religioso multimillonario Fethullah Gülen y su organización la Hizmet. Las críticas vertidas contra el gobernante turco por su
comportamiento represivo durante las manifestaciones
en el parque Gezi del 2013, transformaron
a los anteriores aliados en grandes enemigos.[3]
Una caza de brujas que comenzó a tomar envergadura en octubre del año anterior
con la intervención de dos diarios y dos canales de televisión turcos críticos
con el gobierno y que llegó a su zenit en marzo de este año con la intervención
del periódico de mayor tirada, conservador e islámico, Zaman, pero opuesto al
gobierno.[4]
También, es interesante, valorar las
implicaciones que supone el hecho de que, en abril de este año, se desbloqueara
el acuerdo firmado entre la UE y Turquía por el cual, este país se comprometía
a frenar la oleada de inmigrantes que
invadían el Mediterráneo a cambio de la módica suma de 3.000 millones de Euros
de compensación. Un chantaje a una Europa que no sabe cómo gestionar las
consecuencias de su lenta e ineficaz intervención en la guerra civil siria, y
que prefiere hacer la vista gorda ante las constantes y diversas violaciones de
los derechos humanos de Turquía. Un generoso ingreso para las arcas turcas y
una forma de tregua con la cada vez más reticente UE por el creciente
autoritarismo de Erdogan.[5]
Parece que no es coincidencia que,
apenas quince días antes del fallido golpe de estado, el 27 de junio se
hubieran normalizado las relaciones diplomáticas con Israel tras
el desencuentro por la denominada “Flotilla
de la Libertad” que tuviera
lugar en mayo de 2010. Y más curioso aún resulta que ese mismo día, Erdogan
hubiera pedido perdón a Rusia por el derribo de un caza en noviembre del
año anterior. Ambos gestos, inicialmente destinados a retomar las relaciones
internacionales de dos vecinos trascendentales cobra otro sentido tras el
fallido golpe de estado al cerrar
conflictos externos, minimizar las críticas internacionales y poder concentrar fuerzas
y recursos las cuestiones internas.[6]
Despejado el terreno de los conflictos
a nivel internacional, a saber, la UE, Israel y Rusia, con los opositores
políticos sometidos a la espada de Damocles de una investigación judicial y
gran parte de los medios de comunicación tanto de izquierdas como
conservadores, todos de la oposición, bien descabezados o intervenidos, el
camino de Erdogan hacia el cambio constitucional y su posicionamiento como
Sultán todopoderoso parecía bastante allanado.
Sólo quedaba un estamento con potencial
para impedir sus planes y derrocarle: las Fuerzas de Seguridad, es decir, el
gran ejército turco y la policía así como el último bastión legal con capacidad
para interponerse ante cualquier desmán: la judicatura. Y, ¡Oh, casualidad!, se
produce un levantamiento la noche del viernes 15 de julio que, tras el llamamiento
llevado a cabo “in extremis” por Erdogan, es frenado por la población. El
resultado inicial de 200 muertos y miles de heridos fue seguido por el arresto
fulminante de 6.000 sospechosos en los dos días siguientes.
Resulta más que inquietante, la rapidez
con la que los aparatos del estado turco, han llevado a cabo la detención de
perpetradores, instigadores, colaboradores necesarios, en definitiva,
sospechosos de haber intervenido o consentido el intento de golpe de estado. Es
materialmente imposible que las investigaciones hubieran dado un resultado tan
rápido y de tanta envergadura. Está claro que el gobierno de Erdogan tenía una
“lista negra” preparada. ¿Para qué? Obviamente para controlar a sus enemigos y
utilizarla. ¿Cuándo? ¿Qué mejor que cuando toda la población turca, unida y
escandalizada ante el golpe exige medidas contundentes contra los
perpetradores?[7]
Quince días después, el balance
provisional es de 10.000 arrestados, entre ellos bastantes periodistas, – son
múltiples las denuncias de torturas y violaciones, algo que
corrobora las prácticas habituales contra los derechos humanos en Turquía -,
50.000 funcionarios, entre policías, militares, jueces y docentes suspendidos
de empleo, cierres de cientos de centros educativos y 130
medios de comunicación. Cerrojazo informativo y censura total. Parece evidente que, una cosa es perseguir y castigar a
los culpables del golpe y otra dar un contragolpe. [8]
La teoría de que este golpe fue orquestado, o al menos, conocido y
consentido a propósito por Erdogan, se reafirma en varias consecuencias
directas e inmediatas del mismo. En primer lugar, le ha permitido demostrar su
poder de convocatoria y hasta dónde están dispuestos a llegar sus seguidores. La creciente fanatización de éstos se refrenda
con la constatación de la creciente injerencia de la religión en la vida pública - incluso desde las mezquitas se recaba el apoyo a Erdogan - así como con la petición de
que se reinstaure la pena de muerte. [9]
En segundo lugar, le ha dado la excusa perfecta para erradicar de
raíz tanto la infraestructura como a todos los “infiltrados” en todos los
estamentos políticos, sociales y económicos del país, miembros de la red que,
supuestamente, Gülen llevaba urdiendo desde hacía décadas. Los arrestos,
suspensiones y despidos, pese a su volumen, parecen ser aceptados sin
cuestionar por sus seguidores y las críticas de sus opositores son minimizadas o silenciadas
bajo la acusación de traición.
En tercer lugar, le ha dado el respaldo “moral” para avanzar un
paso más en su autoritarismo, haciendo que sea más tolerable y, por lo tanto,
más fácil cualquier modificación del texto constitucional que le permita, no
sólo re-islamizar oficialmente el país y perpetuarse en el poder, sino
acumular, incluso la jefatura de las fuerzas armadas en su persona.
En cuarto lugar, dada la lentitud y tibieza de las declaraciones de
toda las instituciones y más destacados líderes internacionales condenando el
golpe y apoyando la democracia, Erdogan ha podido comprobar que es “persona non
grata” pero que a la vista de la debilidad de la Comunidad Internacional, ésta
no intervendrá en su contra mientras cumpla con sus compromisos,
fundamentalmente militares.
Erdogan, un “turco negro”, es decir, el hijo de una modesta familia
de clase baja y de férreas convicciones islamistas está cerrando así su
revancha contra los “turcos blancos”, los fervientes seguidores laicos y cultos
de Ataturk y contra los que le ayudaron para acceder al poder, es decir, la red del Hizmet. Apoyándose en la masa de los denominados turcos negros, es decir,
las clases más desfavorecidas, que han visto como bajo su mandato, su status
económico y social ha mejorado sustancialmente, y a las que no les preocupan demasiado
cuestiones baladíes como el respeto a los derechos humanos, la democracia o la
igualdad de las personas, Erdogan se siente seguro en el poder. Se olvida, sin
embargo, que en realidad, sólo tiene el apoyo de la mitad de la población y que
la otra mitad aún tiene mucho que decir ante la deriva de una Turquía más
insegura, más aislada y más radical. Porque una cosa es la Turquía que él
quiere y otra la que quieren los demás.
[1] http://www.elmundo.es/internacional/2015/06/07/5573d7a5e2704ef2378b4571.html
[2] http://www.elmundo.es/internacional/2016/05/20/573f6ed622601dd6368b4693.html
[3] http://internacional.elpais.com/internacional/2015/11/03/actualidad/1446566359_330385.html
[4] http://www.lavozdegalicia.es/noticia/internacional/2015/10/30/tension-turquia-tras-cierre-dos-periodicos-criticos-erdogan/0003_201510G30P27991.htm
[5] http://internacional.elpais.com/internacional/2016/03/18/actualidad/1458324509_407976.html
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/11/151125_rusia_avion_derribado_turquia_lo_que_se_sabe_lv
[7] http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/16/actualidad/1468671500_882246.html
[8] http://www.elmundo.es/internacional/2016/07/24/5794d87646163f8e588b4582.html
[9] http://www.lavozdegalicia.es/noticia/internacional/2016/07/28/erdogan-va-autocracia/0003_201607G28P19991.htm
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