TURQUÍA MUY DESPIERTA E INDIGNADA
CONTRA ERDOGAN.
Me han
preguntado en varias ocasiones si la acampada en la emblemática Plaza Taksim de
Estambul y las consecuentes manifestaciones en otras ciudades de Turquía, son
el resultado de la influencia del despertar árabe o una imitación del
movimiento del 15 – M. Las dudas surgen por la identidad dual con la que
lleva jugando la República
de Turquía desde su conformación en 1923, al definirse como una
democracia “europea” en un entorno oriental. Sin embargo, este país,
definitivamente, oriental tiene una personalidad tan diferenciada y marcada que
no puede ni debe identificarse con ninguno de estos dos procesos con los que
únicamente le une la proximidad geográfica. No puede asimilarse la situación
que, actualmente, se vive en la
Península de Anatolia y su pequeño aledaño al otro lado del
Bósforo, con las revueltas en los países árabes en las que se reivindica la
democratización de sus países, ni con el movimiento de indignación que
reclama una mayor participación ciudadana, menos medidas impuestas por las
grandes corporaciones al tiempo que denuncia el comportamiento corrupto de
muchos dirigentes, empresarios y banqueros.
A
lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI, siempre se ha aludido a
Turquía como la única democracia real, junto con Israel, que existe en Oriente
Próximo. La dura imposición de un sistema laico, el cambio del sistema
caligráfico por el europeo, las leyes para defender los derechos de las mujeres
y los esfuerzos por modernizar el país acercándolo a Europa que desarrolló
Kemal Ataturk acabaron por darle una “pátina” distinta al resto de los
territorios desgajados del Imperio Otomano.
Sin embargo, esa “pátina” no pudo
cubrir las graves deficiencias en la protección y respeto de los derechos
humanos, el reconocimiento de las minorías diferenciadas, la aceptación de la
responsabilidad por el genocidio armenio y el kurdo y el autoritario y poco
democrático comportamiento de sus fuerzas de seguridad. Por no mencionar los
sucesivos golpes de estado por parte de los militares. Turquía es una amalgama
étnica y cultural “sui generis”.
Tras tres
victorias electorales, la última de ellas en 2011 con una mayoría aplastante de
casi el 50%, Recep Tayyip Erdogan, actual Primer Ministro, nunca se ha sentido
tan fuerte. Su política económica, inspirada en su experiencia empresarial, ha
tenido buenos resultados gracias a una serie de coyunturas favorables en un
momento de crisis internacional. El bienestar económico le ha permitido captar
el voto de muchos turcos que no comparten en absoluto ni su vocación islamista
ni su deriva autoritaria.
Las protestas contra
las excavadoras que iban a arrasar el parque Gezi se
iniciaron por la voluntad de proteger el único espacio verde de esa parte de
Estambul pero han derivado en una protesta contra el autoritarismo de Erdogan
quien no dudó en seguir con su agenda y viajar a Marruecos mientras la Policía cargaba duramente
contra los acampados y manifestantes.
Sus primeras
declaraciones de firmeza, negándose siquiera a hablar con los que protestaban,
a los que calificó de terroristas, no hicieron sino airar más a los ciudadanos.
Taksim se encuentra en la zona más moderna y europea de Estambul, donde se
concentran los negocios de ocio que más cuestionan el islamismo que quiere
imponer Erdogan. Es también la zona donde los kurdos mantienen su mayor
activismo pacífico en Turquía y donde ser reúnen las voces discordantes. En definitiva un lugar de “perversión” e
“inmoralidad” que el Partido de la
Justicia y el Desarrollo de Erdogan intentó arrasar con la
construcción de una mezquita y que fue descartada por la contestación social y, que, ahora, se intentó sustituir con un gran centro comercial. Todo con tal de
evitar que las parejas jóvenes se “encontrasen” allí.
Dado que la
durísima actuación policial, que ha ocasionado ya varios muertos y un número no
determinado de heridos graves, no logró disuadir a los manifestantes y
acampados y, como consecuencia de las críticas internacionales, Erdogan ha
virado hacia un modelo un “poco menos autoritario” pero este giro no engaña a
nadie, es una fórmula para ganar tiempo y cansar a los “rebeldes”.
Irritado acusó
a los intereses empresariales y financieros extranjeros de estar detrás de las
manifestaciones, después a Europa y a los medios de comunicación. Lo cierto es
que bajo su mando Turquía es cada vez más próspera pero menos democrática y
libre. El cerrojazo informativo por el cual apenas transmite información dentro del
país sobre lo que ocurre y las manifestaciones de apoyo de sus seguidores
orquestadas incluso con la apertura nocturna y gratuita del metro para su
transporte no ocultan el creciente descontento de la población. El 50% de los
votos depositados en las urnas en 2011 le dieron el gobierno pero no una carta
blanca para comportarse como un tirano, mucho menos, teniendo en cuenta
que ese 50% no representa la realidad de una población que no es ni tan
musulmana ni tan fiel como él cree.
Mientras
aguardamos al dictamen judicial sobre la “legalidad” del centro comercial y la posible celebración de una consulta sobre el futuro de la plaza,
los “rebeldes”, “terroristas” y “reaccionarios”, es decir, los “perros flauta”
turcos, seguirán manifestándose contra el autoritarismo de Erdogan, y es que no
podemos olvidar que hace menos de un siglo un personaje casi desconocido logró
una mayoría aplastante en las urnas antes de convertirse en el mayor genocida
de la historia contemporánea de Europa: Hitler.
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