DEPORTE FEMENINO: LAS CAMPEONAS
ESPAÑOLAS.
Nunca,
hasta hoy, había escrito un artículo relativo al deporte. No es que no me
guste, ni que tampoco lo practique, simplemente, considero que, dada la
existencia de dos periódicos españoles de gran tirada – de hecho los que más
ejemplares venden en este país – de diversas radios y televisiones
especializadas en temas deportivos, y la cobertura que los noticiarios suelen
dar a estos eventos, casi un tercio, cuando no más, de su duración, sobran los
comentarios por especialistas y pseudos-especialistas como para que una
ciudadana normal añada más letra a lo ya existente.
Sin
embargo, hoy rompo esta tendencia para hacer dos reivindicaciones fruto de mi
indignación ante el inadmisible tratamiento discriminatorio que se da en la
cobertura de los eventos deportivos, tanto por el exceso de información sobre
el fútbol en detrimento del resto de los deportes, como por la casi
exclusividad del “deporte masculino” frente al femenino.
Que
el fútbol es el deporte “estrella” que no rey, porque, no hay deportes
destacados, ni mejores ni peores que otros, sólo deportes, no cabe duda. Que la
relevancia que se le da, además de obsesiva y agobiante, aburre hasta resultar
insoportable, es un hecho que sufrimos aquellos que no lo seguimos, bastantes
más personas de lo que se cree. Que la cobertura que se le da está en
consonancia con las grandes e insultantes sumas que se manejan, que no se
corresponde en absoluto con lo que se entiende por “espíritu deportivo”, mucho
menos, en los difíciles tiempos que vivimos, en los que las necesidades son
tantas y el reparto debería de realizarse de manera más equitativa es una
obviedad. Y que la gran sombra que el fútbol proyecta sobre el resto de las
especialidades detrae a un gran número de potenciales deportistas, una
vergüenza para una sociedad que debiera potenciar y valorar la diversidad.
La
participación de la selección española de fútbol en el torneo de la Copa Confederaciones
y su llegada a la final contra Brasil hace unas semanas acaparó minutos y más
minutos de retransmisión televisiva y radiofónica, así como páginas y más
páginas de información. Sin embargo, ese mismo día, apenas cuatro horas antes,
una selección, también española, participaba en una final no menos emocionante
e importante: la Europea
de Baloncesto femenino. Con graves dificultades económicas por la falta de
apoyos que tienen sus compañeros masculinos y los profesionales de otros
deportes, sobre todo, del fútbol, sin casi cobertura mediática, las
baloncestistas españolas lograron hacerse con la copa europea, un logro que
quedó totalmente eclipsado por el “fracaso” de la selección española de fútbol.
Por
si esto fuera poco, en los campeonatos mundiales de natación 2013, celebrados
en Barcelona, todas, absolutamente, todas las medallas las han obtenido las
mujeres, incluido el fantástico equipo de Waterpolo femenino, - no nos
olvidemos, por cierto, que fueron plata en las Olimpiadas de Londres 2012 -,
ejemplo de trabajo conjunto como el de las chicas de la natación sincronizada.
El
deporte femenino se encuentra lastrado por una concepción absolutamente
machista del ejercicio físico. Se argumenta que la poca participación de las
mujeres en los deportes y su escaso seguimiento hacen que su promoción,
financiación y difusión no sea rentable. Pero, se obvia mencionar que durante
décadas se impedía la práctica del deporte femenino más allá de los centros
educativos y que, hasta las Olimpiadas de Barcelona de 1992 no tuvimos ninguna
representante en esta cita internacional. No es que las mujeres no quisieran
participar es que no se las dejó y aquellas valientes que lo intentaron
tuvieron que hacerlo sin apoyo, sin medios y sin repercusión.
Actualmente,
las deportistas federadas suponen un 20% del total, muy lejos de la igualdad
deseada. Cabe preguntarse si ello se debe a la falta de interés de las mujeres
o a la falta de apoyos, medios e infraestructuras. Obviamente, se debe a lo
segundo. En cuanto se destinan fondos y se facilitan instalaciones el talento
aflora, así se demuestra con dos tenistas que llegaron a ser “número uno del
mundo”, Arantxa Sánchez-Vicario y Conchita Martínez, con las campeonas
“olímpicas” en natación sincronizada, en gimnasia rítmica, en vela, en
atletismo. Pese a ello, el deporte femenino sigue marginado.
En estos
tiempos en los que la obesidad infantil y de adolescentes va en aumento, en el
que la crisis económica agobia a las familias, necesitamos estímulos positivos
como el que aporta el ejemplo de esfuerzo, superación y logro de los
deportistas en general – y no de los futbolistas en particular como siempre
sucede –. La llegada a las grandes competiciones internacionales en condiciones
de gran exigencia y la obtención de premios debería promocionarse mucho más,
tanto para los niños como para las niñas. Porque, por fortuna, hay mucha más
vida y mucho más deporte, tanto femenino como masculino, y mucho más
satisfactorio incluso, que el fútbol.
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