¿SIGUE TENIENDO SENTIDO UN IRAQ
UNIFICADO?
Su
configuración territorial se decidió a miles de kilómetros de distancia y por
personas que ni eran de allí ni habían pisado su tierra jamás. Personas
extrañas que trazaron un mapa con líneas rectas en la franja occidental, donde
la inmensidad del desierto permitía avanzar o retroceder sin tener que hacer
concesiones a recursos hídricos, pasos montañosos o lugares habitados y que,
también aprovecharon la cordillera de los Zagros para fijar la frontera
oriental. El resultado fue la compactación, entre ambas fronteras, de tres
regiones geográficas diferentes, con poblaciones muy distintas para constituir
un freno territorial a cualquier renovada aspiración de lo que quedaba del
Imperio Otomano y del Persa, es decir, Iraq.
El primer esbozo lo llevaron a
cabo el británico Sir Mark Sykes y el francés George Picot el 16 de mayo de
1916, el segundo trazado se perfiló con el Tratado de Sèvres del 10 de agosto
de 1920 y se ultimó con el Tratado de Lausana de 24 de julio de 1923, todos
ellos acuerdos desarrollados por británicos y franceses al margen de la
población de ese territorio.
El actual Iraq
es, pues, el resultado de la unión forzada de tres regiones en las que, el
Imperio Otomano, había dividido sabiamente una región levantisca y a la que
había castigado, por su resistencia, con el olvido y el subdesarrollo. El envío
de cualquier gobernador a las provincias de Mosul en el norte, Baghdad en el
centro y Basora en el sur, era una especie de destierro para los funcionarios
con grandes aspiraciones, salvo para Mehmed Namik Pasha (1804 – 1892) quien, en
tres años de ejercicio como virrey de Baghdad (1861 – 1863), reguló la
recaudación de impuestos, persiguió la corrupción y las irregularidades, mejoró
el tráfico fluvial por el Tigris y el Eufrates, extendió los cultivos por
regadío, construyó puentes, edificios oficiales, escuelas y organizó una
academia militar además de instalar la primera imprenta en la ciudad. Fue el
primer gobernador que, tras la desaparición del Imperio Abásida a manos de los
Mogoles, lograría mostrar el potencial de la gran capital en la que,
musulmanes, tanto sunnitas como chiítas, cristianos, tanto armenios como
católicos y asirios, judíos, turcomanos y otros habían logrado convivir, eso
sí, cada uno con su estatuto personal particular.
Con el regreso
a Estambul de Mehmed Namik Pasha, Baghdad volvió a sumirse en las sombras de
una capital de provincias donde la potente comunidad judía desarrollaba el
comercio, la artesanía y la cultura tradicional. Y, después, a partir de la década
de los veinte del siglo pasado, llegaron los británicos, colocando, de nuevo, a
la ciudad de las “mil y una noches” en el mapa mundial. Los británicos
consiguieron reordenar la ciudad, establecer normas urbanísticas que, poco a
poco, le permitieron adquirir un aspecto elegante, extendieron la educación a
todos los sectores, establecieron el ferrocarril para comunicar las principales
ciudades del país, reorganizaron y formaron al ejército, etc. En definitiva,
los occidentales trajeron con ellos el progreso y el mundo exterior. A cambio, instauraron
una monarquía títere afín a sus intereses y se hicieron con la explotación de
lo que se sospechaba ingentes recursos petrolíferos. Para evitar que la población
autóctona cuestionara su control, instigaron a los jefes tribales y a las
diferentes facciones de la incipiente política a enfrentarse entre sí.
Pero,
los levantiscos iraquíes, pese a sus divisiones, volvieron a hacer de las suyas
y se rebelaron, una y otra vez, contra los “bondadosos” colonos que tanto bien
les habían traído, hasta que, bajo el liderazgo del Coronel Abdul Karim Qasem,
lograron derrocar, de manera definitiva, a la monarquía hachemita y expulsar a
los británicos de Iraq el 14 de julio de 1958. Se iniciaría así la etapa
republicana del país. De 1958
a 1968 se sucedieron los golpes de estado en donde los líderes
del Partido Baaz y el ejército se enfrentarían por el poder. El Coronel Ahmad
Hassan al Baker dirigió un nuevo golpe de estado el 17 de julio de 1968 - que
consolidaría el 31 de ese mismo mes depurando a los mandos militares -. A su
sombra, su primo, un joven y desconocido Saddam Hussein, ambicioso y sin escrúpulos,
se encargaría de ir “eliminando” a todos aquellos que podían cuestionar el
mando de al Baker. Una vez consolidado su gobierno, se dedicó a purgar a todos los
que pudieran impedirle acceder, a él, al poder. En 1979, en un golpe de estado
incruento, lograría proclamarse Presidente de Iraq y, a partir de entonces,
ejercer una dictadura violenta y militar hasta la invasión internacional de
2003.
A
lo largo del siglo XX, árabes, kurdos, turcomanos, asirios, etc., cristianos,
judíos y musulmanes, sunnitas y chiítas convivieron en relativa paz forzados
por gobiernos no democráticos interesados en controlar los yacimientos petrolíferos
de Basora en el sur y de Kirkuk en el norte, además de frenar las aspiraciones
expansionistas de turcos e iraníes. Pero, la progresiva imposición de la minoría
árabe sunnita sobre la mayoría chiíta, los kurdos, y otras etnias y, sobre
todo, el régimen del terror del Partido Baaz y su servicio de información, la Mojabarat , crearía un
gran resquemor en la población que afloró en cuanto dejó de haber unas fuerzas
de seguridad y un sistema estatal que pudieran frenarlos, es decir, después de
marzo de 2003.
Hoy
en día, hasta la propia Baghdad es un reino de Taifas. Cercenada por controles
militares y muros de protección, recuperó una cierta normalidad hasta el
recrudecimiento de los atentados terroristas de los últimos meses. El resto del
país, depauperado pero con ganas de salir adelante, invierte en reconstruir a
pesar de que ni las fuerzas de seguridad ni el gobierno son capaces de
garantizar ni la seguridad, ni la libertad de movimiento ni los servicios básicos
de los ciudadanos. Por el contrario, la Región Autónoma del Kurdistán
iraquí, florece gracias a la seguridad que garantiza su ejército regional, los
Peshmergas, el apoyo internacional y el hallazgo de más yacimientos petrolíferos.
Cada día que pasa la separación física y real del Kurdistán del resto de Iraq
se hace mayor, así como el distanciamiento que los grupos más radicales quieren
forzar entre sunnitas y chiítias, evidenciando la posibilidad de una nueva
realidad geoestratégica y territorial no sólo para el país sino para toda la
región.
La
división social y territorial es un hecho, la fragmentación sectaria también, por
lo tanto, es legítimo plantear otras opciones que acaben con la terrible sangría
que se está produciendo, como la división racional de las regiones y la creación
de nuevas realidades estatales más acordes con las características y deseos de
las poblaciones y no en función de los intereses externos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario