Obabiyi Aishah Ajibola, Miss Mundo Musulmana. |
LA PESADILLA DE SER
MUJER EN EL MUNDO MUSULMÁN.
Cinco
hermanas pakistaníes, con un rango de edad que iba de los 45 a los 30, decidieron
tirarse a un río para acabar con su vida tras discutir con su padre, un
agricultor pobre incapaz de pagar la dote de cada una. Sólo la más joven
pudo ser rescatada. La noticia que nos produce escalofríos en occidente, lamentablemente,
en Pakistán, sólo será otro suceso más. Y es que la vida de una mujer allí sigue
sin tener gran valor, como mucho, la mitad que la de un hombre, el mismo que el que se da a su testimonio en
el Corán. Pero, esta tragedia, cuyas protagonistas, superadas por un destino de
pobreza que las abocaría a la mendicidad en el mejor de los casos, no es una
versión adaptada de la lorquiana “Casa de Bernarda Alba”, sino el enésimo
resultado de la pobreza e ignorancia que impide a las mujeres acceder a una
educación y a un puesto de trabajo y, sobre todo, a la tradición patriarcal e
islámica de la dote.
La
dote se instituyó como método para garantizar la manutención de las mujeres una
vez casadas y, por lo tanto, fuera de la custodia y protección paterna. O lo
que es lo mismo, se estableció para hacerlas más atractivas y garantizar su
supervivencia tras la muerte del progenitor. En el caso musulmán, esa dote
asegura, también, la vida de la mujer si se divorcia puesto que tiene que serle
devuelta al abandonar el hogar conyugal. A mayor dote, mejor partido
matrimonial, por el contrario, cuanto menor la dote, más dificultad para casarse
y, por lo tanto, mayor posibilidad de frustración vital, porque a la mujer se la educa para casarse, ese es su destino, sean cual sean sus sentimientos al respecto.
Obviamente, esa
institución, no es patrimonio exclusivo de las naciones islámicas, sino que ha existido, desde tiempos inmemoriales, en todas las sociedades, tanto occidentales como
orientales, donde las mujeres tenían la consideración de poco más que una
mercancía, de ahí la calificación de patriarcal. Con el progresivo reconocimiento
de los derechos de la mujer y el paulatino acceso a la independencia económica
mediante el trabajo, la dote dejó de tener sentido en las naciones avanzadas. No
ha ocurrido así en los países más pobres o con una tradición conservadora de corte musulmán, como Pakistán, dónde según el Banco Mundial, el porcentaje poblacional que vive
con menos de dos dólares al día, superó el 60% en 2008 y la dependencia de la
mujer, sobre todo en el ámbito rural, es casi total.
Más allá de
las consideraciones económicas, el hecho de que la dote se estipule en el
propio Corán, le da, además de un carácter patriarcal, un indudable carácter “sagrado” musulmán. Y sin
caer en el simplismo de que patriarcalismo e Islam van de la mano en las
sociedades menos avanzadas y son una combinación peligrosa para las mujeres, las variantes de violaciones de los derechos humanos y libertades, aparecidas en las noticias a lo largo de esta
semana, y que han tenido lugar en diferentes países musulmanes, demuestran de
manera fehaciente la correlación entre desamparo femenino, es decir, machismo en su versión más cruda y manipulación interesada de los conceptos religiosos.
De sobra es
conocido que, a lo largo de la historia, siempre que los ejércitos desplazaban
a los hombres de sus lugares de residencia habitual, los mandos “procuraban”
proporcionarles, además de alimento, vestido y techo – con todas las
limitaciones propias de los conflictos armados – mujeres para saciar sus
instintos sexuales. Los “yihadistas”, es decir, los fanáticos islamistas que
participan en la guerra civil siria alegando cumplir con el precepto coránico
de la yihad menor – o lucha contra el infiel -, se han buscado una alternativa
“permitida” aunque lo más correcto sería decir, “amañada” para poder mantener
relaciones sexuales sin problemas de conciencia calificando a este procedimiento como "yihad sexual" aunque lo que hacen es captar mujeres a las que se
engaña para acostarse con estos terroristas y después devolverlas a sus países
cuando no les sirven o se han quedado embarazadas. El Ministro del Interior de Túnez, lo
ha llamado por su nombre: prostitución.
Por si fuera
poco, y para “protestar” contra la “explotación” que sufren las mujeres
occidentales que compiten en concursos de belleza, como por ejemplo, el
certamen de Miss Mundo que este año tiene lugar en Indonesia, - el país
musulmán más poblado del mundo – y al que los más “puristas” musulmanes califican
de “prostitución”, se ha celebrado la competición de “Miss Mundo Musulmana”, donde la
recitación del Corán, el rezo y la explicación de por qué se ha optado por
llevar el velo constituyen los méritos a puntuar. Exhibición femenina en uno y
otro certamen, con más o menos ropa pero exhibición en el que los criterios
pueriles de belleza exterior y valoración moral intentan justificar la “cosificación”
de las mujeres.
Y, por último,
como clara manifestación de la libertad de elección que tienen las mujeres, y
que tanto alegan las defensoras del uso del velo, en Sudán, la ingeniera Amira
Osmán fue detenida durante 4 horas por la Policía de Orden Público del ese país y
posteriormente acusada, de acuerdo con el artículo 152 del Código Penal, de
“indecencia en el vestir”, con el riesgo probable de sufrir una condena a 100
latigazos. Su delito: no cubrir su cabeza con un velo.
Estos casos
son la punta del iceberg de un problema mundial que cada vez se extiende y
agrava más, tanto por el fanatismo ignorante de los que se definen como valedores
de la fe musulmana como por la defensa ciega del respeto a unas creencias
religiosas, que vulneran los derechos humanos de la mitad de la población
amparándose en la interpretación de preceptos con más de 1.400 años de
antigüedad que hacen, fundamentalmente, los “bienpensantes” occidentales.
La evolución supone que, a mayor conocimiento mayor protección y respeto del
ser humano dentro de la igualdad. El retroceso de los derechos de la mujer que
se vive en el mundo musulmán no sólo perjudica a la mitad de la población de
estos países sino que cercena las posibilidades de progreso y mejora de sus
sociedades en conjunto, porque son las madres las que traen los hijos al mundo y los
educan, si estas no reciben una buena atención sanitaria, no están bien
alimentadas, no tienen una buena educación y no son respetadas, las siguientes
generaciones serán cada vez más atrasadas y estarán más embrutecidas. Por el
contrario las mujeres que han sido educadas harán que sus hijos lo estén y les
incentivarán para que piensen y cuestionen el “status quo”. Quizás detrás del
acoso a la mujer y el deterioro de sus condiciones de vida se encuentre un solo
motivo; involucionar al individuo para poder controlar más al grupo. Defender,
respetar y reconocer a la mujer como un ser humano igual es garantizar la
defensa, el respeto y el reconocimiento de la sociedad, sea o no musulmana y la
sumisión a la decisión de la mayoría, es decir, el gobierno del pueblo para el
pueblo. Algo que obviamente, ni interesa a los gobernantes dictatoriales, ni a
líderes religiosos, ni a los países que reciben cuantiosas donaciones, ni a
los terroristas que obtienen pingües beneficios mediante el impune ejercicio de la violencia.
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