domingo, 19 de enero de 2014

GINEBRA II, ¿SOLUCIÓN PARA LOS SIRIOS?

 Mientras en los múltiples frentes de batalla se derrama a mares la sangre de los sirios que luchan por su libertad contra los fieles al gobierno, se suceden los foros de encuentro entre las diversas facciones de la oposición para preparar la cumbre de Ginebra del próximo día 22 de enero. Si el 9 y 10 de enero, el gobierno español actuaba de anfitrión para un primer encuentro en Córdoba, al objeto de colaborar en una búsqueda de puntos de unión de todos los grupos disidentes, pocos días después, se encontraban, en París, los ministros de Asuntos Exteriores de los “once” Países Amigos de Siria – a saber, Alemania, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Jordania, Qatar y Turquía – para establecer una política común de actuación y reafirmar una serie de compromisos para eliminar las dudas de la oposición, incluyendo la salida del poder del presidente Bashar al Asad[1]



            Por último, el 17 de enero se reunía, en Estambul, la Coalición Nacional Siria – que aglutina a varios grupos de la oposición - para deliberar sobre su participación en el encuentro que ellos denominan “Ginebra II”. En esta reunión previa volvieron a manifestarse las discrepancias que han debilitado tanto a la oposición desde el inicio del conflicto, hasta el punto de que, antes de su celebración, se produjeron varias dimisiones de diversos integrantes. La decisión de acudir a Ginebra II se adoptó por una mayoría de 58 votos a favor frente a 14 en contra y dos abstenciones. Tanto en la reunión de Córdoba como en ésta de Estambul ha quedado patente que la primera condición irrenunciable de la oposición para acabar con esta terrible guerra civil es la de que Bashar al Asad y sus acólitos dejen el poder. Algo que parece tan poco factible ahora como al inicio del conflicto, baste reproducir el último comentario de Bashar: Si hubiese querido renunciar lo habría hecho en el primer momento. Estamos en guardia por nuestro país. Este tema no tiene discusión.
            Con unas posturas inicialmente tan irreconciliables es inevitable sentir un gran escepticismo sobre la eficacia de la reunión en Suiza. Las expectativas son muchas, el objetivo uno: acabar con la guerra civil. Las probabilidades de acuerdo, en el actual estado de la cuestión, prácticamente inexistentes. La oposición exige el fin del régimen de más de cuarenta años de la minoría alawita a sabiendas de que éste, tal y como ha manifestado en multitud de ocasiones, no renunciará al poder porque no puede. Rendirse supondría su destrucción. El gobierno de Bashar insiste en una salida política y negociada que la oposición no va a consentir mientras queden personas capaces de empuñar un arma. Porque los cientos de miles de muertos pesen como una losa para los opositores mientras que para los defensores del régimen son víctimas colaterales.
Y, si esto fuera poco, la participación de diferentes organizaciones islamistas, la mayoría terrorista, amenaza con fragmentar el territorio en pequeños reinos de taifas fuera del control oficial o de la oposición y difíciles de recuperar.
            Entre tanto, en el frente, si durante mucho tiempo la oposición fue ganando terreno, en los últimos meses el ejército sirio ha ido recuperando posiciones en un ejercicio de resistencia que ha fortalecido a Bashar y, probablemente, le haga sentir que, con el apoyo manifiesto de Rusia y el reconocido de Irán puede aguantar mucho más. La oposición precisa del apoyo internacional y para ello debe encontrar una fórmula de acuerdo interno que convenza a los “amigos de los sirios” para que su ayuda sea algo más que logística. Porque ya no se trata del derrocamiento de un régimen tiránico y cruel sino de la vida de los millones de desplazados sirios que han provocado la mayor crisis humanitaria de lo que llevamos de siglo.
            A todo esto se añade la pesadilla de los refugiados palestinos del campamento de Yarmuk en Damasco que llevan sufriendo un cruel sitio que les ha privado de alimentos, medicinas y todo tipo de suministros en meses. Las más de cien mil personas, atrapadas entre las tropas oficiales y los opositores, han visto fallecer de inanición tanto a niños como a ancianos y enfermos. A su cruel situación de refugiados se ha añadido la mala suerte que les ha colocado en medio de los dos bandos rivales.
¿Qué cabe esperar? Lo que parece predecible es que no se alcance ningún acuerdo eficaz y que la guerra de desgaste continúe, es decir, la peor situación posible no sólo para la población siria sino para sus vecinos más débiles que ya sufren los primeros síntomas de contagio. Líbano, siempre en la cuerda floja, ha visto recrudecer los atentados a favor y contra de Hezbollah, aliado del gobierno de Bashar. En Iraq, el gobierno chiíta de al Maliki, apoyado por Irán, al igual que el de Siria, es incapaz de sofocar la rebelión sunnita de la provincia de al Anbar, donde la entrada de los terroristas afines a al Qaeda amenazan con sumir en el caos esta zona y extenderse por el resto del país. Jordania, sumida en una grave crisis económica por la caída de los ingresos por turismo, con un proceso revolucionario a medio gas y desbordado por los refugiados sirios que se unen a los iraquíes y palestinos está al borde del colapso.
¿Qué sería lo deseable? Un alto al fuego definitivo que sólo será viable con la decidida intervención internacional que logre el cese del apoyo ruso a Bashar y la interferencia iraní. Para ello es preciso que la oposición logre un consenso de mínimos que garantice una actuación conjunta, con un portavoz al que todos hagan caso y que ofrezca seguridad a los “once” países amigos de que su ayuda no acabará ni en manos terroristas ni en las del gobierno de Bashar. ¿Difícil? Mucho. ¿Posible? Sí. ¿Viable? La necesidad acabará por hacerles ver que sólo la unión hace la fuerza.




[1] http://www.liberation.fr/monde/2014/01/12/syrie-reunion-internationale-a-paris-avec-l-opposition_972187

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