Por último, el 17 de enero se reunía, en Estambul, la
Coalición Nacional Siria – que aglutina a varios grupos de la oposición - para
deliberar sobre su participación en el encuentro que ellos denominan “Ginebra
II”. En esta reunión previa volvieron a manifestarse las discrepancias que han
debilitado tanto a la oposición desde el inicio del conflicto, hasta el punto
de que, antes de su celebración, se produjeron varias dimisiones de diversos
integrantes. La decisión de acudir a Ginebra II se adoptó por una mayoría de 58
votos a favor frente a 14 en contra y dos abstenciones. Tanto en la reunión de
Córdoba como en ésta de Estambul ha quedado patente que la primera condición
irrenunciable de la oposición para acabar con esta terrible guerra civil es la de
que Bashar al Asad y sus acólitos dejen el poder. Algo que parece tan poco factible
ahora como al inicio del conflicto, baste reproducir el último comentario de
Bashar: Si hubiese querido renunciar lo
habría hecho en el primer momento. Estamos en guardia por nuestro país. Este
tema no tiene discusión.
Con unas posturas inicialmente tan irreconciliables es
inevitable sentir un gran escepticismo sobre la eficacia de la reunión en
Suiza. Las expectativas son muchas, el objetivo uno: acabar con la guerra
civil. Las probabilidades de acuerdo, en el actual estado de la cuestión,
prácticamente inexistentes. La oposición exige el fin del régimen de más de
cuarenta años de la minoría alawita a sabiendas de que éste, tal y como ha
manifestado en multitud de ocasiones, no renunciará al poder porque no puede.
Rendirse supondría su destrucción. El gobierno de Bashar insiste en una salida
política y negociada que la oposición no va a consentir mientras queden
personas capaces de empuñar un arma. Porque los cientos de miles de muertos
pesen como una losa para los opositores mientras que para los defensores del régimen
son víctimas colaterales.
Y,
si esto fuera poco, la participación de diferentes organizaciones islamistas,
la mayoría terrorista, amenaza con fragmentar el territorio en pequeños reinos
de taifas fuera del control oficial o de la oposición y difíciles de recuperar.
Entre tanto, en el frente, si durante mucho tiempo la
oposición fue ganando terreno, en los últimos meses el ejército sirio ha ido
recuperando posiciones en un ejercicio de resistencia que ha fortalecido a
Bashar y, probablemente, le haga sentir que, con el apoyo manifiesto de Rusia y
el reconocido de Irán puede aguantar mucho más. La
oposición precisa del apoyo internacional y para ello debe encontrar una
fórmula de acuerdo interno que convenza a los “amigos de los sirios” para que su ayuda sea algo más que logística.
Porque ya no se trata del derrocamiento de un régimen tiránico y cruel sino de
la vida de los millones de desplazados sirios que han provocado la mayor crisis
humanitaria de lo que llevamos de siglo.
A todo esto se añade la pesadilla de los refugiados
palestinos del campamento de Yarmuk en Damasco que llevan sufriendo un cruel
sitio que les ha privado de alimentos, medicinas y todo tipo de suministros en
meses. Las más de cien mil personas, atrapadas entre las tropas oficiales y los
opositores, han visto fallecer de inanición tanto a niños como a ancianos y
enfermos. A su cruel situación de refugiados se ha añadido la mala suerte que
les ha colocado en medio de los dos bandos rivales.
¿Qué
cabe esperar? Lo que parece predecible es que no se alcance ningún acuerdo
eficaz y que la guerra de desgaste continúe, es decir, la peor situación
posible no sólo para la población siria sino para sus vecinos más débiles que
ya sufren los primeros síntomas de contagio. Líbano, siempre en la cuerda
floja, ha visto recrudecer los atentados a favor y contra de Hezbollah, aliado
del gobierno de Bashar. En Iraq, el gobierno chiíta de al Maliki, apoyado por
Irán, al igual que el de Siria, es incapaz de sofocar la rebelión sunnita de la
provincia de al Anbar, donde la entrada de los terroristas afines a al Qaeda
amenazan con sumir en el caos esta zona y extenderse por el resto del país. Jordania,
sumida en una grave crisis económica por la caída de los ingresos por turismo,
con un proceso revolucionario a medio gas y desbordado por los refugiados
sirios que se unen a los iraquíes y palestinos está al borde del colapso.
¿Qué
sería lo deseable? Un alto al fuego definitivo que sólo será viable con la
decidida intervención internacional que logre el cese del apoyo ruso a Bashar y
la interferencia iraní. Para ello es preciso que la oposición logre un consenso
de mínimos que garantice una actuación conjunta, con un portavoz al que todos
hagan caso y que ofrezca seguridad a los “once” países amigos de que su ayuda
no acabará ni en manos terroristas ni en las del gobierno de Bashar. ¿Difícil?
Mucho. ¿Posible? Sí. ¿Viable? La necesidad acabará por hacerles ver que sólo la
unión hace la fuerza.
[1]
http://www.liberation.fr/monde/2014/01/12/syrie-reunion-internationale-a-paris-avec-l-opposition_972187
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