lunes, 31 de marzo de 2014

SIRIA: LAS CIFRAS DE TRES AÑOS DE GUERRA.

El pequeño Mariwan llega a la frontera.
Foto de ACNUR.
La Primera Guerra Mundial (1914 – 1918), ocasionó la muerte a más de 16 millones de personas de los cuales, entre seis y siete millones eran civiles, y resultaron heridas otros 20 millones. Al menos dos millones fallecieron como consecuencia de enfermedades derivadas del conflicto bélico y seis millones más desaparecieron. Pero la que, en su momento fue calificada como “Gran Guerra” y de la que, en unos pocos meses se cumplirá el primer centenario de su inicio, perdería la primera posición en el ranking de conflictos sangrientos para dar paso a otra aún peor: la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945). En este enfrentamiento se estima que murieron entre 60 y 80 millones de personas, de los cuales, entre 38 y 55 millones eran civiles. Sólo en el holocausto nazi perecieron 1 millón de niños, dos millones de mujeres y tres millones de hombres.
            Tomada buena nota, por lo menos momentáneamente, sobre las consecuencias de una guerra global, parece que se ha evitado, a toda costa, que los conflictos posteriores se extendieran más allá de un país o región concreta. Pero, ello, por supuesto no ha impedido que se produjeran conflictos armados y que la cifra de víctimas siguiera siendo escalofriante. Veamos algunos de los ejemplos más conocidos.
            En la guerra de Vietnam (1955 – 1975) fallecieron 3,8 millones de personas, de las cuales cerca de medio millón eran civiles. La guerra civil del Líbano (1975 – 1990) ocasionó la muerte de 120.000 personas y 75.000 desplazados.
            En la guerra de Argelia (1954 – 1962) las cifras más extremas elevan a millón y medio los fallecidos y a más de un millón los desplazados, fundamentalmente, argelinos de ascendencia francesa o franceses residentes.
            El genocidio de Ruanda (1994) provocó un millón de muertos, y los desplazados, mayoritariamente Hutus, fueron más de dos millones. Casi ninguna de las mujeres que logró sobrevivir se salvó de ser violada brutalmente. En la guerra civil de Sudán iniciada en 2003, más conocida por el genocidio de Darfur, al medio millón de muertos se sumaron unos 2.850.000 desplazados[1].
Aunque las cifras varían considerablemente, la invasión de Iraq en 2003 provocó, unos 400.000 muertos[2], de los cuales al menos la mitad eran civiles, el número de desplazados en 2006 ascendía a 4 millones de personas (un 16% de la población total), la mitad de los cuales habían huido del país.
            Obviamente, pese a que la cifra de muertos y el número de personas que sufren secuelas físicas o psíquicas el resto de su vida, como consecuencia de los conflictos bélicos en el último siglo crece a un ritmo exponencial, no parece que hayamos aprendido nada. El dolor ajeno puede conmover momentáneamente pero deja de preocupar en la tranquilidad de los hogares a miles de kilómetros. El peso de los intereses económicos, fundamentalmente, de las industrias armamentísticas, y de los intereses políticos en el juego internacional condicionan cuando no marcan destinos injustos y desiguales para las poblaciones en función de los países.
            Así, si frente al levantamiento libio, la Comunidad Internacional no dudó en intervenir de manera rápida y contundente para ayudar a los rebeldes y facilitar la caída de Gadafi, en relación al conflicto sirio se siguen barajando las cartas de una partida en la que nadie quiere participar. Los casos, pese a ser contemporáneos, presentan características y condicionantes muy diferentes.
            En primer lugar, Libia se encuentra en la orilla sur del Mediterráneo, por así decirlo, a tiro de piedra de Italia y Francia. Siria se halla más allá de la orilla oriental, en la llamada Asia Menor, más lejos de Europa y, por lo tanto, plantea menos riesgos para la seguridad.
            En segundo lugar, Libia tiene importantes yacimientos de gas y de petróleo, cuya proximidad resulta sumamente beneficiosa para los intereses occidentales por acortar los gastos de transporte y plazos de entrega. Siria carece de recursos naturales atractivos.
            En tercer lugar, Libia tiene una población relativamente homogénea, a pesar de la importante comunidad bereber, cuyos derechos deben de ser reconocidos y protegidos. Siria es un maremágnum de etnias, creencias religiosas e intereses políticos. Un avispero en el que, de meter la mano, siempre se sale con algún aguijón clavado.
            En cuarto lugar, Libia, hasta 1970, estuvo tutelada, no con mucho entusiasmo, todo hay que decirlo, por Italia. Siria, francófona, sólo supuso dolores de cabeza a París. Los sirios nunca perdonaron a la metrópoli que hubiera desgajado de su territorio original, Bilad a Sham, la zona costera, para crear un estado pro-cristiano y pro-occidental, Líbano. Rebotados por lo que consideraron un injusto tratamiento occidental buscaron apoyo en la URSS primero y ahora en Rusia, quien gustosa les ha apoyado a cambio de la base naval de Tartus en el Mediterráneo. El respaldo iraní a la minoría alawita en el poder, completa un rompecabezas de luchas por la hegemonía islámica entre sunnitas y chiítas y que sólo la negociación diplomática podría solucionar, si, sobre el terreno la oposición no tuviera que luchar además de con el ejército de Bashar, con los diversos grupos extremistas islamistas.
            La conclusión es que, mientras la Comunidad Internacional concentra sus esfuerzos en evitar que Rusia fagocite Ucrania tras haberse anexionado Crimea, Bashar recupera terreno en Siria y la población se hunde cada vez más en la desesperación. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos ha calculado que, desde el 15 de febrero de 2011, fecha en la que se inició la revuelta armada, hasta el 12 de marzo de 2014, se han producido 140.000 combatientes muertos de todos los bandos. A fecha de finalización de este artículo, la página web de ACNUR establecía que la cifra de refugiados sirios fuera del país ascendía a más de 2.600.000[3]. Esta agencia estima en 6.5 millones los desplazados dentro del país (un 40% de la población), de los cuales, la mitad son niños[4]. Ello, por no hablar de los refugiados extranjeros en Siria, fundamentalmente, palestinos e iraquíes, que ahora se encuentran atrapados en el país.
            Ni siquiera conflictos como Ruanda, Sudán o Iraq produjeron una crisis humanitaria de este calibre. Los países vecinos, sobre todo, Jordania y Líbano, ya no pueden acoger a más refugiados. El coste de la ayuda humanitaria en tiempos de crisis económica como el actual resulta casi inviable. La inseguridad que provoca la entrada y salida de grupos islamistas extremistas y terroristas a través de las fronteras sirias, amenaza con extender el conflicto al Líbano y agravar la guerra sectaria en Iraq.
            Puede que Siria no tenga petróleo, que sea el coto privado de Rusia e Irán, y que sus ciudadanos no se pongan de acuerdo, ni siquiera en que no están de acuerdo pero, humanamente es inadmisible que una guerra que ya está durando más de tres años, no tenga visos siquiera de vivir una tregua. ¡SOS Siria ya!





[1] http://worldwithoutgenocide.org/genocides-and-conflicts/darfur-genocide
[2] Iraqi body count ha podido confirmar con cadáveres 186.000 fallecidos incluyendo a los combatientes, pero se sospecha que la cifra de fallecidos es muy superior aunque no se haya podido demostrar hasta la fecha.
https://www.iraqbodycount.org/
[3] http://data.unhcr.org/syrianrefugees/regional.php
[4] http://www.unhcr.org/5321cda59.html

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