jueves, 8 de enero de 2015

CHARLIE, YO TAMBIÉN ESCRIBO.

Soy escritora. 

Lo soy desde que tuve edad para coger un lápiz y garabatear palabras con rima. Lo soy desde que mi mundo interior era mucho más rico e intenso que la realidad que me rodeaba. Lo soy desde que fui consciente de que la imaginación era y es mi estado natural. Y así sigo. Escribiendo y escribiendo. Escribo sobre temas que investigo, sobre historias que inundan mi cerebro hasta que son capaces de construirse ellas mismas en papel, escribo para poder respirar, para dejar que mi corazón lata, para ser yo. Escribo para expresar lo que hay en mi interior y para denunciar lo que veo en mi entorno. Escribo para reclamar justicia y verdad y para gritar contra la tiranía y el horror. Escribo porque soy un ser humano libre, pensante y creador, porque soy una guerrera de la pluma, una luchadora frente al silencio y la ignorancia. Escribo, para vivir y porque vivo.

         Y no es fácil. De todas las profesiones, esta es quizás la más ingrata. Horas y horas delante de una pantalla, horas y horas debatiendo conmigo misma en silencio y soledad, horas y horas peleándome con un párrafo, con una frase, con una palabra, horas y horas para que me encarguen colaboraciones que no pagan, para entregar artículos que no se publican, para enviar libros que no se leen. No hay vocación más ingrata. Yo no salvo vidas, ni curo enfermedades, ni construyo casas. Yo no alivio el dolor, ni entretengo con una sonrisa, ni enseño nada. Yo ni siquiera me gano la vida escribiendo. Sólo lleno páginas con palabras, pensamientos y sentimientos esperando que alguien dedique un poco de su tiempo a leerlos. No espero un comentario alentador, una loa, ni siquiera un mero reconocimiento, porque sé que no lo obtendré. Porque esta profesión es así de ingrata e injusta. Pero, aquí sigo, aportando mi granito de arena a la libertad de expresión, a la libertad de opinión, a la memoria de los que no pueden hablar.

Y, aquí seguiré mientras tenga fuerzas, la salud me acompañe y la inspiración no me abandone. Porque es lo que soy. Aunque haya días como el de hoy, en el que me siento un poco más sola y triste al recordar a esos creadores a los que han silenciado a golpe de Kalashnikov por expresar su opinión de manera irreverente, por compartir una crítica políticamente incorrecta y religiosamente ofensiva. Puede que algunas de las viñetas del semanario francés CHARLIE HEBDO me parecieran groseras, innecesarias e, incluso ofensivas, pero jamás me atrevería a cuestionar su trabajo. Porque la sátira, el humor irreverente e, incluso soez, es la expresión máxima de la crítica social, la válvula de escape que durante muchos años ha permitido a las sociedades aliviar sus tensiones. Porque las viñetas aportan la libertad de creación y crítica que, muchas veces un texto o un comentario no permite. Y, sobre todo, porque crear implica una entrega, un esfuerzo, una pasión y un talento que casi nunca es apreciado en su justa medida.

Hoy las páginas de Charlie Hebdo se han teñido de rojo sangre y negro muerte. Hoy las caricaturas han decidido dormir en la punta de los lápices de colores o el cursor del ratón del ordenador, hoy descansan sobre el cuerpo inerte de sus padres. Pero, su mensaje, su crítica siguen más vivos que nunca, porque están en los corazones de todos y cada uno de nosotros. Porque, hoy el terror puede que nos haya silenciado, puede que nos haya hecho un nudo en la garganta y provocado un temblor en la voz, puede habernos paralizado y hacer que busquemos refugio en la inacción pero, mañana, mañana, otro caricaturista, otro redactor, otro periodista y otro escritor se sentarán delante de su mesa de trabajo y reanudarán su trabajo. Porque podrán matar al mensajero pero, por fortuna, al mensaje no y este es: LIBERTAD SIEMPRE. LIBERTAD DE EXPRESIÓN, DE CREACIÓN, DE OPINIÓN. Porque sin libertad no somos más que la sombra de una idea y eso es lo que nunca conseguirán los fanáticos cuya mente vacía y su corazón inerte son el reflejo de una vida sin futuro ni esperanza.


Je suis, aussi, Charlie.

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