Los cuatro jinetes de Steinle |
No quería yo escribir mi primer artículo del año
refiriéndome a uno de los personajes más anodinos, tristes y retrógrados de los
últimos tiempos. Sin embargo, no me queda más remedio que reconocerle el enorme
mérito de haberse mantenido en primera línea informativa, superando día a día, la
envergadura de sus desatinos.
Y es que Recep Tayyip Erdogan se ha ganado a
pulso el honor de ser mencionado en los titulares internacionales a lo largo de
2014 y, casi con toda seguridad, también lo hará en 2015. Un dudoso honor, sin
duda, porque lejos de merecerlo por su actividad política, lo ha obtenido a
base de descubrir su verdadero rostro: el de un tirano religioso, fanático e
intolerante, que ha eliminado de manera eficaz todos los canales de crítica y
denuncia contra su persona y sus prácticas corruptas.
En realidad es un personaje mediocre y acomplejado, con
habilidad para los negocios y tendencia lenguaraz que no soporta la crítica y
que, ante su incapacidad para llevar a Turquía al selecto club europeo, al que,
por supuesto, no pertenece ni pertenecerá jamás, se ha dedicado en los últimos
tiempos a atacar a occidente con discursos tan banales como poco fundamentados.
Por mencionar sólo uno de los desatinos del aspirante a Sultán, su atribución a
los musulmanes del descubrimiento de América.
La
ambivalente relación de occidente con Turquía, por la que, si bien se intenta
mantener una estrecha relación comercial y, sobre todo, de seguridad con este
territorio, por otra, se conserva las distancias con un país que ha pasado de
ser el paradigma del laicismo en Oriente Próximo al ejemplo del retroceso
medieval en cuanto a derechos y libertades, no ha hecho sino alentar los
desvaríos de Erdogan. La visita que el Papa realizó a Turquía fue un último
esfuerzo por acercar posiciones con un estado con el que previsiblemente las
relaciones irán haciéndose cada vez más difíciles y distantes.
Mientras
la posición estratégica de Turquía siga siendo clave para el equilibro de
poderes internacional, es bastante improbable que se produzca una injerencia
extranjera clara pero, no debería de sorprendernos un cambio de rumbo a medio
plazo si la campaña anti-islamista sigue progresando.
Por
otra parte, el descenso de los precios de petróleo, la guerra en Siria, el caos
en Iraq y la inestabilidad general de Oriente Próximo unida al cierre de filas
europeo para salir de la crisis hace prever que una ralentización del
crecimiento económico turco despeje la niebla de bienestar que ha mantenido
ciega a la población y se reactive el movimiento de rechazo a Erdogan y a todo
lo que representa.
Tampoco era mi intención, mencionar a Vladimir Putin, camarada
megalómano de Erdogan pero, lo cierto es que, su osado paseo militar por Crimea
y sus bravuconadas contra Ucrania le han pasado una durísima factura frente a
una Europa en crisis y un Estados Unidos dirigido por Obama, un presidente que
está demostrando que algunas acciones hacen mucho más daño que las armas. La
drástica bajada de los precios del petróleo y el boicot económico comercial
están demostrando ser muy eficaces para bajar los humos al nuevo Zar ruso. Sus
últimas declaraciones de que en un plazo de dos años logrará recuperar el
status de Rusia se enmarcan en el mismo cajón de los disparates de Erdogan.
Putin, es, sin duda, un político muy estimado en Rusia – tampoco es que haya
muchas alternativas -. No sólo logró hacer que los rusos recuperarán el orgullo
sino que les dio esperanzas de que su nación alcanzaría el puesto de relevancia
en el círculo de las más importantes del planeta. Y, durante un tiempo así fue.
Lástima que, el despertar haya dejado un regusto amargo en un país con
demasiadas deficiencias estructurales y muy dependiente de un solo sector
económico. Quizás sea un buen momento para aprender que la modestia y la
prudencia son argumentos muy importantes para ir asentando un nuevo estado y
reconstruir su economía.
Pero, si Erdogan y Putin, han merecido que yo les dedicase
los primeros párrafos de mi blog en 2015, no quisiera dejar pasar la
oportunidad de mencionar a otros dos oscuros personajes que, sin duda, darán
mucho que hablar, para desgracia de sus países. Así el Presidente de la
República Bolivariana de Venezuela – tela de nombre – Nicolás Maduro, tendrá
que superarse en la sarta de dislates con los que, habitualmente, suele
regalarnos. Con un país rico en recursos naturales, una climatología envidiable
y una naturaleza de una hermosura sin parangón, sus ciudadanos pasan penurias y
racionamientos incomprensibles. Ya no sólo se trata de mala gestión y
despilfarro para mantener cautivas a las masas más desfavorecidas con sus
magros subsidios mensuales, sino de incapacidad absoluta para dirigir un país y
más aún para frenar la espiral de violencia que se ha saldado casi con 25.000
muertos en 2014, a una tasa del 39 por 100.000, muy superior, por ejemplo a la
de Iraq del 19 por cada 100.000.
Venezuela,
tardará más o menos, pero cual fruta madura – perdón por el juego de palabras –
acabará por reconducir su destino, lejos de los eternos y absurdos discursos de
dirigentes que nunca habrían aspirado a tal puesto si sus predecesores, en
lugar de saquear el país lo hubieran gobernado con sentido común. A la vista de
la evolución de Cuba, lenta y titubeante, debieran tomar nota de la
recomendación del viejo refrán, “cuando veas las barbas de tu vecino pelar…
maduro pon las tuyas a remojar”.
Por último, mencionaré al que yo considero más patético de
este cuarteto: al presidente norcoreano Kim Yung Un. Un acomplejado tirano que
llegó al poder por que sus dos hermanos mayores no reunían los mínimos
requisitos de apariencia y que está demostrando ser más sanguinario y cruel, si
es que es posible, que su padre y su abuelo. Un niño mimado, incapaz de
mantener bajo control su apetito y mucho menos reconducir a su país por una
senda de recuperación se ha convertido en el hazmerreír de la Comunidad
Internacional y lo que es peor ha colocado a su país al límite de la
supervivencia.
Tras
el absurdo rifirrafe por el estreno de la comedia “La entrevista” y las idas y
venidas sobre el espionaje y bloqueo informático, es de prever que este año
amague, una vez más, con un ataque nuclear para lograr fondos que impidan que
la mitad de la población se muera de hambre. Una lástima que este país viva
sumergido en un estanque putrefacto de injusticia pero, dada la ausencia
absoluta de evolución, - algo difícil cuando todo el estado es un gran campo de
concentración - todavía no parece listo para un cambio de rumbo, aunque nunca
se sabe.
A la vista de estos cuatro “personajes”, a quien, bien se
les podría asimilar, por su nefasta gestión, a los cuatro jinetes del
apocalipsis, y a muchos otros, cabe preguntarse cómo logramos sobrevivir al
2014 y cómo podremos afrontar el 2015. Con un cambio de ciclo histórico en
ciernes, confiemos en que prevalezca un poco más de sentido común para hacer
frente a los numerosos graves peligros que nos acechan: desde la expansión del
Ébola a la lucha contra el avance islamista y el fin de Daesh.
Crucemos los dedos.
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