Niño refugiado en un campamento en del Kurdistán. Fuente: Kurdistan Safe The Children. |
Hay aniversarios que sería mejor no tener que recordar. Hay
fechas que, en lugar de traer esperanza para el futuro sólo nos hacen constatar
lo lejana que se halla la solución a nuestros problemas. Hay días en los que
mirar el calendario sólo hace que se nos salten las lágrimas. Y lo que llevamos
del mes de marzo se está llevando la palma a la triste memoria de los desatinos
de la humanidad en Oriente Próximo.
Cuando los medios de comunicación, se hacen eco, por fin, de
los eternos cuatro años de guerra civil en Siria, no muy lejos de este país,
justo al otro lado de la frontera oriental, en el Kurdistán, se conmemora el
que, quizás, ha sido el capítulo más aciago, - y eso que la trayectoria de esta
comunidad no es precisamente feliz - , de la historia contemporánea: el
bombardeo con armas químicas de la pequeña localidad de Halabja y sus
alrededores del 16 al 18 de marzo de 1988. El saldo de 5.000 muertos y 7.000
heridos no se corresponde ni con el dolor causado ni con las secuelas con las
que viven miles de personas. Sin superar los traumas de la masacre provocada por la campaña de Anfal en la
década de los ochenta, en marzo de 1991, aprovechando la debilidad del gobierno
tras la Guerra del Golfo, los kurdos en el norte y los chiítas en el sur se
levantaron contra el gobierno de Saddam Hussein con la esperanza de poder
derrocar al tirano. El miedo a lo que un vacío de poder pudiera ocasionar en Iraq, retrajo el imprescindible apoyo de la coalición internacional, lo que supuso que
el carnicero de Baghdad con ayuda de sus leales reprimiese, de manera brutal,
tanto a kurdos como chíitas.
Los kurdos, una vez más se vieron obligados a
buscar refugio en su único aliado: las montañas. Millones de personas tuvieron
que recorrer kilómetros por las laderas nevadas ante el avance de las tropas
iraquíes. Irán les abrió la frontera, Turquía no, el resultado fue que decenas
de miles murieron en esta marcha desesperada.
Décadas después y, paradojas del destino, es el Kurdistán
iraquí el que acoge a cientos de miles de refugiados sirios, y desplazados yezidíes,
cristianos y sunnitas que se han visto obligados a huir de sus hogares como
consecuencia de la Guerra Civil Siria y, sobre todo, de los ataques y tropelías
de Daesh en el norte de Iraq. Una marea humana imposible de atender con los menguados
recursos del Gobierno Regional del Kurdistán – GRK en español y KRG en inglés –
ante los retrasos en los pagos que el gobierno de Baghdad debe realizar por la
cuota de petróleo kurdo.
Las cifras oficiales del Gobierno Regional del Kurdistán señalan
que la población del Kurdistán iraquí alcanza los 5.2 millones de habitantes[1].
Dar una cifra, aproximada, de los refugiados en el Kurdistán, no es posible. No
sólo por el movimiento de los refugiados de un campamento a otro, sino por el
constante goteo de personas que cuando logran huir de su localidad buscan
cobijo en el Kurdistán. Si en septiembre del 2014, apenas tres meses después de
la invasión de Daesh, se calculaba que los refugiados en el Kurdistán iraquí
ascendían a 1,4 millones de almas, y en diciembre se afirmaba que ya eran 2
millones, hoy se estima que se esa cifra ya supera los dos millones y medio[2].
Es decir que, en un territorio de poco más de 40.000 kilómetros cuadrados, la
población ha aumentado en un 50%.
Los kurdos son muy generosos, pocos pueblos
han sufrido tanto y se han visto obligados a huir para convertirse en
refugiados pero carecen de recursos suficientes para atender a tanta población.
La situación es desesperada, se necesita mucha ayuda de todo tipo. !No hace
falta ser muy listo para calcular el esfuerzo que supone alimentar, suministrar agua potable, proveer los servicios sanitarios,
educativos y de infraestructuras básicos a dos millones y medio de personas¡
Las ONG’s que proveen de asistencia a estas personas,
distinguen, inicialmente, a dos grupos: los desplazados internos y los
refugiados externos. Si
no he contado mal; en el GRK, hay 26 campamentos destinados a los desplazados internos, 8 para
refugiados extranjeros y 7 más en construcción, en total 41 campamentos. Se desconoce la
cifra total de personas que malviven en el entorno de las ciudades y pueblos.
Según el informe de situación número 34, de febrero de este
año, redactado por OCHA – United Nations Office for the Coordination of
Humanitarian Affairs - [3] de
los casi dos millones de beneficiarios planificados – es decir de los
refugiados y desplazados internos -, esta organización sólo había podido
proveer alimentación al 80%. El hacinamiento de tantas personas sin las
mínimas condiciones higiénicas está haciendo que enfermedades como la hepatitis
B o la leishmaniasis se extienden por el Kurdistán con la consiguiente alerta
sanitaria que supone.
Y si precaria y difícil es la situación de los refugiados,
en general, mucho peor es la de los huérfanos. Niños y adolescentes de todas
las edades que han perdido a toda su familia y, que, en muchos casos, al tener
que huir de manera precipitada carecen de documentos que puedan servir para
identificarles. Hay un sin fin de criaturas que necesitan ayuda, muchas son susceptibles
de ser acogidas temporalmente e, incluso, adoptadas pero, la burocracia y el desconocimiento impide
que se pueda llevar a cabo.
Las gemelas huérfanas Dema y Dena Kudeda Khalaf. Fuente: Kurdistan Safe The Children |
Estos huérfanos y todos los refugiados, son otro de los
efectos directos que la barbarie de Daesh ha provocado en Iraq. El GRK hace lo
que puede pero sus recursos son limitados, sobre todo, teniendo en cuenta las
dificultades que pone el gobierno de Baghdad para pagar la cuota por la
producción de petróleo en el Kurdistán. El despliegue de tantos efectivos
peshmerga para proteger la región y hacer frente a Daesh también supone una
sangría importante de dinero.
La Comunidad Internacional sólo reaccionó ante la amenaza de
Daesh tras los atentados de Francia, Dinamarca y ahora Túnez. La inacción en el
caso de la Guerra Civil Siria derivada de las cuestiones de “alta política”
entre Estados Unidos y Rusia, la permisividad con el revanchismo del gobierno
chiíta de Nuri al Maliki en Iraq y la corrupción de éste ha provocado una
crisis humanitaria sin precedentes que debe ser afrontada de manera urgente.
Luchar contra el terrorismo implica, además de hacer frente
a los canallas, atender las necesidades de sus víctimas, como los hermanos
Kudeda Khalaf que no pueden ser adoptados por cuestiones burocráticas pero sí
pueden languidecer en campamentos de refugiados.
La emergencia humanitaria es de gran calibre, si no actuamos podemos encontrarnos con un gran desastre difícil de solventar en el Kurdistán, justo, la única zona estable y democrática de la región.
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