El futuro de un pueblo se refleja en el brillo en los ojos de sus
niños, en el volumen de sus risas, en el revoloteo de su juego incesante y en
el silencio cuando llega su reposo nocturno. El futuro de un pueblo respira con
el primer llanto de un bebé y crece con cada uno de sus pasos, con cada uno de
sus tropiezos, con cada nueva sonrisa al salir del sol. El futuro de un pueblo
se encuentra en su respiración sosegada cuando duerme o en el metralleo
incesante de sus preguntas curiosas mientras está despierto. El futuro de un
pueblo es el esfuerzo que la sociedad desarrolla por cuidar a sus pequeños con
la mejor sanidad posible, por educarlos fomentando su conocimiento, por
protegerlos de todo aquello que puede perturbar su inocencia. Porque, una vez
que se pierde la inocencia, se pierde la infancia para no regresar. Y la
infancia es el tesoro más valioso que un ser humano tiene. El futuro
de un pueblo es lo más precioso y difícil de cuidar y lo que antes sucumbe
cuando los adultos se olvidan de que nada hay más importante que la vida, la
paz y la libertad enzarzándose en guerras absurdas y de larga duración que
nunca terminan con un vencedor ni justifican ninguna causa.
Según la ONG, Save the Children[1] – Salvad a los niños -, el 50 por ciento de la población siria ha
abandonado su hogar desde 2011. Unos 7,5 millones de niños sirios se han visto
afectados por la guerra, de estos, según UNICEF, 2 millones viven refugiados en países vecinos y 2,5
millones han dejado de ir a la escuela o han recibido una educación
intermitente[2].
Lo que es más grave, muchos niños han sido víctimas de tiroteos, bombardeos, han
sufrido los efectos del armamento químico y/o han sido, además, usados como
escudos humanos o captados para ser adoctrinados por alguno de la multitud de
bandos existentes.
Decir que la situación de estos
pequeños y sus familias es la mayor crisis humanitaria que vive el mundo es una
obviedad y eso, que en las últimas décadas se ha ido superando la envergadura
de los conflictos y sus consecuencias. Así, por ejemplo, en el país vecino, en
Iraq, se han perdido, entre tres y cuatro generaciones. El país que, en
los años setenta llegó a liderar el nivel educativo de todo Oriente Próximo,
con uno de las mejores servicios sanitarios de la zona y un gran progreso
social, como consecuencia de la guerra contra Irán (1980 – 1988) pero, sobre
todo, de la Guerra del Golfo de 1991 y el posterior embargo internacional entró
en un declive que acabaría por desembocar en la fragmentación y caos que viven
en la actualidad.
Y es que, tras la invasión de 2003,
cerca de 2,7 millones de iraquíes se convirtieron en desplazados internos y una
cifra similar huyó del país. De ellos, 1,3 millones buscaron refugio en Siria, 500.000
en Jordania, 50.000 en Líbano, 57.000 en Irán y 70.000 en Egipto y el resto en
otros países árabes. Como resultado de los diversos conflictos armados pero,
sobre todo, del embargo internacional, de 1990 a 2005, el índice de mortalidad
infantil se incrementó un 150%. Sólo en 2005, 122.000 niños iraquíes murieron
antes de alcanzar los 5 años y en 2009 la malnutrición afectaba al 22% de los pequeños.
De 2003 a 2007, sólo el 30% de los niños iraquíes acudían a la escuela.
Pero, hay pequeños que, además del
trauma de vivir desplazados de su país han tenido que sufrir un segundo
conflicto en el lugar de acogida lo que les ha convertido en doblemente refugiados.
Es este el caso de los niños iraquíes y palestinos que vivían en Siria antes
del levantamiento de marzo de 2011.
Pero, lo peor no es el desplazamiento
ni el desarraigo, ni siquiera el vivir en precario, en frágiles tiendas de
campaña sometidas a la inclemencias del tiempo, con escasez de agua potable y
alimentos, ni siquiera sufrir malnutrición o enfermedades infantiles que
podrían evitarse con vacunas, medicamentos básicos e higiene, lo verdaderamente
dramático es el bagaje que estas criaturas y sus mayores se llevan dentro de
sí. Ese bagaje que no se ve desde fuera aunque pueda percibirse en la falta de
brillo de sus ojos.
Un estudio preliminar cuyos resultados
fueron publicados en la revista científica Lancet[3] ya en 2006, señaló que una media de entre el 14% al 36% de los
niños iraquíes sufrían de estrés postraumático. Esta cifra podía alcanzar el 90%
en los adolescentes de mayor edad. En 2007, un estudio llevado a cabo por la
OMS, estableció que 1 de cada 5 mujeres y 1 de cada 7 varones sufriría de
desórdenes mentales a lo largo de su vida como consecuencia de los traumas
sufridos.[4]
Así mismo, un estudio del Migration Policy Institute
titulado: "Necesidades educativas y de salud mental de los niños refugiados
sirios"[5],
publicado en octubre del año pasado, indica que estos niños han sufrido un
altísimo nivel de trauma. Un 79% de los niños sirios de un campamento en
Turquía habían sufrido la muerte de un familiar, un 60% tenía algún miembro de
su familia que había sido golpeado, disparado o herido, un 30% de los niños
habían sido ellos mismos víctimas de disparos o heridas. Casi la mitad de los
niños mostraban síntomas de estrés postraumático.
Ello por no hablar de las agresiones
sexuales que, sobre todo, sufren las mujeres y niños refugiados, tantos en los
campamentos donde se hacinan como en las largas rutas que siguen en busca de un
lugar seguro donde vivir, tal y como denuncian ONGs como Amnistía Internacional.[6]
A la vista de cómo evolucionan los
acontecimientos no parece que pueda alcanzarse pronto una paz duradera en Siria
y menos claro aún está, cuál y cómo será el país o países resultantes de un
acuerdo. Mientras transcurre el tiempo, un par de generaciones de sirios
perderán el tren de su vida. Los más afortunados lograrán integrase en el
sistema educativo de sus países de acogida y podrán iniciar una vida lejos de
sus raíces, los menos intentarán arañar cualquier oportunidad para mejorar sus
estudios si es que la penuria de su familia no les empuja al trabajo infantil
o, a algo peor, la venta para ser un esclavo o esclava sexual o el
reclutamiento como niño soldado en alguna milicia de fanáticos. Los
verdaderamente desafortunados pasarán el resto de su vida intentando superar
heridas físicas como amputaciones de miembros o mentales con trastornos
inhabilitantes.
Un panorama desolador si unimos las cifras de niños refugiados
iraquíes, palestinos y sirios en un entorno como el de Oriente Próximo que nada
en petróleo y podría ofrecer un futuro digno a las nuevas generaciones si los
intereses religiosos, sectarios y partidarios no se antepusiesen al bienestar
de toda la sociedad.
La pérdida de la infancia de estos niños es irreparable, la
sociedad que construyan se verá cercenada con taras que difícilmente cura el
tiempo. ¿De verdad estamos dispuestos a que esto alcance mayor dimensión?
[1] http://www.savethechildren.org/site/c.8rKLIXMGIpI4E/b.7998857/k.D075/Syria.htm
[2] https://www.unicefusa.org/mission/emergencies/child-refugees/syria-crisis
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2072950/
[4]
http://www.msf.or.jp/library/pressreport/pdf/201304_iraq.pdf
[5]
http://www.migrationpolicy.org/research/educational-and-mental-health-needs-syrian-refugee-children
[6]
https://www.amnesty.org/en/latest/news/2016/01/female-refugees-face-physical-assault-exploitation-and-sexual-harassment-on-their-journey-through-europe/
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